Una adolescente y un niño llegan solos a Bélgica desde África. Ante los interrogatorios de las autoridades policiales deciden hacerse pasar por hermanos y apoyarse para la nueva vida que les espera.
Los hermanos belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne, ganadores de nueve premios en los últimos festivales de Cannes por películas como Rosetta, El niño, Dos días, una noche o El joven Ahmed, vuelven a demostrar el dominio de un estilo aparentemente invisible. La cámara se mueve con la misma sencillez que sus protagonistas, dos actores no profesionales que parecen olvidarse de ella. Sus personajes tienen una deslumbrante naturalidad ante la desgracia, y una noción tan comprometida y delicada de la amistad que hace que los escasos 88 minutos de la película sean un recorrido dramático excepcional.
La película recuerda en el enfoque a la infravalorada Adú. Ambas ponen al espectador delante de unos personajes que asumen la crueldad desde su más tierna infancia, sin dejar que su mirada se enturbie para siempre. Tori y Lokita utiliza instrumentos narrativos tan sencillos como una canción infantil y esperanzada que sirve a los protagonistas en los momentos de mayor oscuridad.
Aunque la historia pretende mover a la reflexión del espectador, no enfatiza los mensajes que sugiere sobre las políticas migratorias. Confía en un relato con voz propia que sugiere con sencillez y eficacia, con un lenguaje audiovisual universal y perdurable al que solo pueden acceder los maestros humildes.
