En 1951, Robert Wise realizó Ultimátum a la Tierra, a mi juicio, una de las tres mejores películas de ciencia ficción (las otras dos serían 2001 y La guerra de las galaxias). La película cuenta la llegada de un extraterrestre llamado Klaatu, personaje mesiánico donde los haya, acompañado de un gigantesco robot, para dar un mensaje a la humanidad: si no aprendíamos a vivir en paz seríamos destruidos.
Derrickson, director de El exorcismo de Emily Rose, ha confiado los papeles protagonistas a dos actores muy conocidos, Keanu Reeves (Matrix) y Jennifer Connelly (Una mente maravillosa). Su película no soporta la comparación con el original: es, sin más, una película correcta con buenos efectos visuales, a ratos entretenida y espectacular, a ratos aburrida y previsible. El mensaje que trae el inexpresivo Klaatu ha sufrido un lifting: parece demasiado new age, es decir, deliberadamente etéreo, vago y políticamente correcto. El hombre es una amenaza para la viabilidad del planeta Tierra con su rancio militarismo y su afán destructivo. La capacidad de amar del ser humano y una muy vaga espiritualidad -tan vaga que casi no es espiritualidad- son la esperanza. Esa deliberada adaptación a una sensibilidad muy extendida en los nuevos tiempos constituye la principal debilidad de la película, que resulta banal en su reducción de los grandes temas abordados por la cinta de Wise a meras anécdotas.