Se nos viene encima una avalancha de películas sobre chicas monas que han llegado a los 40 y quieren casarse y tener hijos a toda velocidad, usando cualquier método que haga falta. Al grito de todo vale, esta comedia bien interpretada por Aniston y Bateman empieza con un embarazo por inseminación artificial y sigue los derroteros de una comedia muy convencional con niño de por medio y algunas excentricidades soeces de un tonto subido, de esas que causan vergüenza ajena y que además no se corresponden con la evolución de los personajes.
El guión lo firma Allan Loeb (Cosas que perdimos en el fuego, Wall Street: El dinero nunca duerme), un auténtico todoterreno, que si no es capaz de construir una historia notable, al menos logra dar entidad a los personajes protagonistas y escribir dos o tres situaciones que funcionan muy bien.
La película, entre broma y broma, patochada y patochada, deja relativamente claro que estos métodos para generar embarazos adelantando por la derecha a la naturaleza crean muchísimos problemas, tanto en los niños como en la madre. Y en el padre, y el que hace de padre y en los abuelos, etc., etc. No conviene ser ingenuos: las majors de Hollywood aceptan estas historias porque les dan dinero y permiten poner a una estrella en declive como Aniston en primer plano; es rarísimo que se planteen otra cosa.