Desde un oscuro suceso del siglo V, las dos especies inmortales -los vampiros y los licántropos- luchan entre sí en una guerra crudelísima e ignorada por el común de los seres humanos. Ahora, uno de estos mortales, un joven doctor de singular estirpe, puede acabar con esa situación, pues los hombres-lobo quieren transformarlo en una nueva especie que aúna los poderes de los vampiros y de los licántropos. Tras este plan se oculta una sórdida trama de traiciones, descubierta a tiempo por una guerrera vampira llamada Selene, que se enamora del joven y desconcertado doctor.
Sin ser original, era sugerente la idea de aplicar al universo fantaterrorífico actual la fórmula del Romeo y Julieta de Shakespeare. Pero la película no exprime todas sus posibilidades dramáticas. El resultado es relativamente entretenido, está interpretado con convicción y no resulta demasiado morboso en su tratamiento de la violencia y el sexo, aunque ciertamente es un filme sanguinolento y con algún detalle gore. Por otra parte, funcionan bien su ambientación entre expresionista y neogótica, así como sus efectos especiales, resueltos con técnicas tradicionales y digitales. Sin embargo, el guión carece totalmente de estructura narrativa, y sus conflictos dramáticos se van deshilachando conforme avanza la trama. Por otra parte, el debutante Len Wiseman imita descaradamente a otras películas -de Alien a Matrix, pasando por El cuervo y Blade-, y además rueda a veces de una manera muy confusa. De modo que uno sale del cine con la sensación de haber visto una película más bien fallida y vacía.