Desde que enviudó, al anciano Carl Fredericksen los achaques le pesan más que nunca. Muy enamorado de su mujer Ellie, le quedó la espina de no cumplir el sueño común de la infancia: hacer un viaje aventurero. Ahora ese sueño parece más lejos que nunca. Y por si fuera poco, la linda casa de la que hicieron su hogar, se ha convertido en una especie de islote en medio de las grúas que levantan alrededor imponentes rascacielos. Cuando por mandato judicial, Carl va a ser trasladado a una residencia de ancianos, pone en marcha un increíble plan: con una nube de globos arrancar la casa de sus cimientos y emprende vuelo a Sudamérica. Lo que no sabe es que se le ha colado a bordo un polizón: Russell, un chico explorador.
La clave de esta joya animada de Pixar es una buena historia y el sentido artístico de la animación. Aquí, a dos veteranos de la casa, Peter Docter y Bob Peterson, se suma para crear la trama un tercer nombre inesperado, el actor y director Thomas McCarthy (Vías cruzadas, The Visitor). El resultado es entrañable e incluye la primera historia de amor poderosa en una película de Pixar. Había amor entre los robots, con los autos de Cars, o entre el pinche y la cocinera de Ratatouille, pero nada comparable al amor de Carl y Ellie: cómo se cuenta, casi sin palabras, su vida en común, la pena por no poder tener hijos, la felicidad en situaciones corrientes, y el eco en el prólogo al clímax… todo resulta conmovedor, y apuntala la idea de que no hay nada como las aventuras de la vida cotidiana, la mayor parte de las veces más valiosas que aquellas que llamamos extraordinarias. Además está la preciosa relación entre Carl y Russell, enriquecedora para ambos, pues el primero encuentra al hijo que nunca tuvo, mientras que el otro ve rellenado el hueco que dejó el padre divorciado.
Abunda además el sentido del humor. Y hay acción trepidante, casi terror con el villano, y emoción sin límites, todo propiciado por la casa volante y un dirigible, homenaje a Hayao Miyazaki y su título El castillo en el cielo. También el original diseño de los “cabezones” personajes recuerda a algunos creados por el director japonés.
La combinación de elementos variados convierte al film en candidato a gustar a toda clase de públicos: niños, jóvenes amantes de las emociones fuertes, abuelos, padres.