La jovencísima cineasta Celia Rico sorprendió en la pasada edición del Festival de San Sebastián con esta pequeña ópera prima de trama mínima. Viaje al cuarto de una madre cuenta el proceso de duelo de dos mujeres –una madre y una hija– que han perdido al hombre de su vida. Apenas se nos cuenta nada de lo que ha ocurrido. Sabemos que la madre cose y que la niña da bandazos de un trabajo a otro, ahora plancho, ahora me voy a Londres a trabajar de au pair, ahora vuelvo… Todo muy normal y cotidiano: lo que se nos cuenta de estas dos mujeres se podría contar de muchas y muchos.
Pero Rico lo cuenta muy bien. Y por eso su película, en medio de la simplicidad, ha llamado la atención. Lo cuenta muy bien, en primer lugar, porque ha elegido dos actrices capaces de cargar sobre sus espaldas un cine sin apenas escenarios –casi todo transcurre en el cuarto– sin ningún efecto especial, sin subtramas, sin nada que despiste. Ni media gota de maquillaje en sentido literal o figurado. Lola Dueñas demuestra de nuevo que es una actriz solvente como pocas y resulta absolutamente creíble en su papel de una mujer rota por dentro pero que sigue siendo madre. Capaz de desvivirse por su hija mientras llora a escondidas y que aprende a usar el móvil para que su hija no se sienta sola, aunque ella sienta la soledad como una losa. Por su parte, Anna Castillo cada vez es menos promesa y más realidad y, aunque la vemos en un registro conocido –de joven rebelde que no sabe muy bien por dónde le da el aire–, no deja de sorprender su naturalidad para mimetizarse con el personaje.
Pero dos buenas actrices, por muy grandes que sean, no serían nada sin un texto donde apoyarse. Aquí sí que destaca la sensibilidad y el buen ojo y oído para la vida que demuestra Celia Rico que, además de dirigir la película, ha escrito el guion. Un libreto delicadísimo en el que no abundan los grandes diálogos pero sí los símbolos elocuentes (que no quiere decir chillones). Una puesta en escena emocional tremendamente rica en matices y en sobreentendidos que apenas se enuncian. Viaje al cuarto de una madre es una de esas películas que puede costar ver –su ritmo es lento–, pero que se disfruta cuando se piensa, una de esas películas que empiezan justo cuando termina el último fotograma.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta