El recurso del split screen, la pantalla dividida en dos mitades, sirve a Gaspar Noé, director argentino afincado en Francia, para visualizar las vidas de un matrimonio mayor: “Es como si fuésemos por dos túneles –dice el guionista y director Noé–, que discurren en paralelo y apenas se encuentran; dos personajes separados irremediablemente por la trayectoria de sus vidas y por la imagen”. Si bien viven en el mismo apartamento parisino, el alzhéimer que aqueja a ella les distancia cada vez más.
Aunque lo que la cámara capta son momentos cotidianos, en ocasiones incluso bastante banales, Vortex –siendo una película más bien minoritaria– trasmite de modo similar, pero en un ambiente más opresivo que El padre, la soledad de la vejez y de la enfermedad, gracias a las soberbias interpretaciones de Dario Argento y sobre todo de Françoise Lebrun; eso sí, sin el menor atisbo de apertura a la trascendencia.