Este año la noche de los Oscar ha precedido por horas al Día Internacional de la Mujer. Y mientras los diarios y los organismos varios sacaban su habitual cosecha de informes sobre la “brecha” laboral entre hombres y mujeres, Kathryn Bigelow rompía una tradición de Hollywood al convertirse en la primera mujer que gana el Oscar a la mejor dirección.
Es un índice de que también en el cine las mujeres están cada vez más presentes, y no solo como actrices, sino en todo el complejo artístico e industrial que hay detrás de la cámara. Quizá por eso algunas voces se han planteado si tiene sentido que, en el caso de la interpretación, siga habiendo premios separados para actores y actrices. Si no se hace tal separación a la hora de premiar la mejor dirección, el mejor guión o la mejor fotografía, ¿por qué no dejar que actores y actrices compitan entre sí? El cine no es como los deportes, y las diferencias biológicas no afectan al nivel de interpretación.
Acabar con esa separación en nombre de la igualdad es lo que propone Kim Elsesser, profesora de la Universidad de California, en un artículo publicado en International Herald Tribune (6-03-2010). La separación de categorías entre actores y actrices en los Oscar le parece “un insulto a las mujeres, porque sugiere que las mujeres no podrían ganar si fuera una única categoría”. Pero si la separación es ya un insulto, también los actores podrían sentirse agraviados.
Sin pensar que alguien pudiera sentirse molesto, la Academia viene otorgando Oscars separados para actores y actrices desde la primera edición de los premios en 1929. Al establecer una “cuota” del 50% para cada sexo en la categoría de la mejor interpretación, la Academia garantiza que hombres y mujeres han recibido el mismo número de Oscars en esta categoría, cosa que no ocurre en las otras. Este año, por ejemplo, destaca el triunfo de Kathryn Bigelow, pero, aparte de los Oscar a la mejor actriz principal y de reparto, solo aparece otro nombre de mujer en el Oscar al diseño de vestuario.
Es curioso que esa cuota del 50%, tan reclamada en campos como la política o los consejos de administración, se considere aquí un obstáculo que puede depreciar el premio obtenido por una actriz. Si Sandra Bullock y Jeff Bridges tienen la misma profesión deberían competir entre sí, y que gane el mejor.
Lo malo de esta solución tan lógica es que el número de actores y actrices premiados se reduciría a la mitad, con la consiguiente pérdida de oportunidades. Y en un mundo con egos tan inflados como el de los actores, no faltarían acusaciones de discriminaciones por sexo, prejuicios y favoritismos. Al final, a lo mejor había que premiar un año a un hombre y el siguiente a una mujer. O crear más de un premio al mejor actor para drama, comedia…
Las que proponen un cambio, como Elsesser, dicen que las categorías separadas “perpetúan el estereotipo de que las diferencias entre hombres y mujeres son tan grandes que los dos sexos no pueden ser evaluados como iguales en su profesión”. Pero si nos atenemos al criterio de la taquilla, que evalúa por igual a hombres y mujeres, no puede decirse que responda a criterios de equidad. Entre los actores mejor pagados de Hollywood (se supone que por ser los más taquilleros), hay un notable predominio masculino. Los nombres de Harrison Ford, Adam Sandler, Will Smith, Eddie Murphy, Nicholas Cage, Tom Cruise, Tom Hanks, Brad Pitt, Johnny Depp van desfilando antes de que lleguen Angelina Jolie o Jennifer Ariston. Tampoco se puede perder de vista que, por lo general, un actor entrado en años es más fácil que encuentre papeles adecuados que una actriz de su edad. Y es que la igualdad es un objetivo escurridizo.
Pero como la igualdad empieza por el lenguaje, Kim Elsesser se felicita de que la Screen Actors Guild haya eliminado el término “actress” en sus premios, para adoptar el de “female actor”, que por lo visto es más acorde con esta época igualitaria. Ya solo falta que el Center for Study of Women, donde trabaja Elsesser, pase a ser el Center for Study of Women and Men.