Sostiene Adela Cortina que la base de la mayor parte de formas de exclusión social es el rechazo a los pobres, a los que parece que no tienen nada que ofrecer a cambio. Sin embargo, esa realidad ha resultado en buena parte invisible a la humanidad porque no se contaba con un término para nombrarla. Con el fin de hacerla visible y así pensar sobre ella y combatirla, en 1995 Cortina acuñó el término “aporofobia”, que pronto hizo fortuna y ya se considera un neologismo válido en español.
En la primera parte de este ensayo se nos presenta el concepto y su estrecha relación con los delitos y discursos del odio. Aquí Cortina se introduce en el espinoso conflicto entre la libertad de expresión y el derecho a la autoestima. Al hacerlo desde la perspectiva de la ética cívica, que hilvana todo el libro, aporta un valioso punto de vista que no siempre está presente en los análisis jurídico-constitucionales de ese conflicto de derechos.
En la segunda parte, y siempre al hilo de la reflexión sobre el fenómeno universal del rechazo al pobre, trata de las bases biológicas de nuestros comportamientos morales. No tiene problema en asumir que “nuestro cerebro es aporófobo” por su evolución neurológica a lo largo de la historia pero, al mismo tiempo, afirma con rotundidad la capacidad del ser humano para superar esa dificultad. Al tratar de la conciencia moral reconoce igualmente la fuerte impronta que ejercen en ella tanto la biología como la sociedad, pero también identifica los rasgos que escapan a esas causas y que la constituyen como base de nuestra libertad.
Cortina también se interesa por las propuestas de “mejoramiento moral” a partir de intervenciones genéticas, neurológicas o farmacológicas que vienen proponiéndose en los últimos años como medio para que los seres humanos obremos el bien. En lugar de rechazar de plano esas propuestas, las analiza y señala sus limitaciones y riesgos, para acabar defendiendo la superioridad de la educación y de la libertad humana como los medios más genuinos para la mejora moral.
En la tercera parte, la filósofa valenciana se pregunta qué debe entenderse por pobreza, si esa condición es o no evitable, si luchar por superarla es una cuestión de derechos o de pura utilidad social, y si la meta es eliminar la pobreza o también superar las desigualdades económicas. Presta atención particular a un grupo concreto y numerosísimo de pobres: a los inmigrantes necesitados y a los refugiados políticos que, por millones, llaman a las puertas de Europa sin recibir una respuesta alentadora. Cortina defiende que la respuesta que cabe dar a ese drama, porque es la única la altura de nuestra condición humana, es la hospitalidad cosmopolita, entendida como virtud moral y deber jurídico.
A lo largo de todo el libro la autora insiste en que la pobreza no es solo un desafío al que cada persona debe responder, sino una grave injusticia que, como ciudadanos, tenemos el deber de superar. Para lograrlo, los principales recursos son la educación y las prácticas sociales y políticas capaces de generar instituciones igualitarias e inclusivas.