Jacques Attali ha escrito un ensayo arriesgado y sugerente en el que pretende poner ante nuestros ojos lo que -de seguir así las cosas- ocurrirá en los próximos cien años. Su trayectoria le ha permitido acumular experiencia en las relaciones internacionales, la economía y el desarrollo porque, entre otras tareas, trabajó como asesor del presidente francés Mitterrand en la preparación de las cumbres del G8 y como primer presidente (1991-1993) del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo. Escribe, por tanto, con un cúmulo de datos económicos y sociológicos que maneja con notable soltura, con cierta pedantería y con incuestionable osadía.
Las primeras cien páginas del libro son una historia universal, empezando por las hipótesis sobre las poblaciones de hombres más primitivos hasta el comienzo del siglo XXI. Su objetivo es mostrar al lector unas tendencias históricas permanentes desde las cuales se puede aventurar el futuro. En realidad, la historia que cuenta es la historia de la evolución de las relaciones comerciales y el origen y evolución del capitalismo. Pretender explicar la historia de la humanidad en cien páginas obliga al autor a simplificaciones excesivas o flagrantes inexactitudes.
Antes de empezar a “contarnos el futuro” aclara: “No es el futuro que yo deseo”. Attali tiene claro que para escribir sobre el futuro no puede apoyarse en una suerte de arte adivinatorio que pretenda conocer los innumerables acontecimientos que no pueden predecirse, pero sí apuntar tendencias. Pronostica tres “olas” para el futuro. La primera será el “hiperimperio”, un periodo en el que los Estados Unidos irán perdiendo lentamente su papel de corazón del mundo y en el que las leyes del capitalismo mundial irán organizando su propio modo de gobernarse y de gobernar prescindiendo de los Estados.
La segunda ola del futuro será el “hiperconflicto”. Un mercado sin Estado no tiene más salida que el conflicto, un conflicto que tendrá cientos de motivos para estallar conforme se implanten empresas que se desarrollen al margen o contra los intereses de los Estados tradicionales. El desencadenante podrá ser el agua, los recursos energéticos o la religión.
El miedo creciente (único motivo por el que la humanidad cambia de rumbo radicalmente en la historia, según el autor) llevaría a un tercera ola de futuro, la “hiperdemocracia”. Este concepto es introducido en el libro con citas de Marx y de Tomás Moro (como propagadores de utopías), para explicar que sus previsiones pretenden advertir sobre los errores que podemos cometer y alentar a emprender caminos en los que “es posible estabilizar el clima, que el agua y la energía abunden, que la obesidad y la miseria desaparezcan, que se instaure un estado de no-violencia, que todos llevemos una vida próspera, que la democracia se convierta en universal, y que las empresas sirvan al bien común. Incluso es posible proteger todas las diferencias y crear otras”.
Breve historia del futuro se ocupa de demasiadas cuestiones en muy pocas páginas. Pero es precisamente eso lo que pretende. Y, probablemente, esa sea una de sus virtudes. Puede resultar útil para conocer lo que podríamos denominar la Weltanschauung, la “visión del mundo”, de los intelectuales de la izquierda francesa moderada. No sólo la visión del mundo de hoy, sino su visión de la historia y del futuro que proponen y al que aspiran.