PPC. Madrid (1996). 220 págs. 1.700 ptas.
La obra de Tagore (Calcuta, 1861-1941) es comúnmente identificada con su poesía mística, sin duda la parcela que más y mejor cultivó, principal argumento de su fama universal. También es autor, sin embargo, de alguna novela de corte social, dramas poéticos, canciones, memorias y artículos periodísticos. Entre su obra en prosa se cuentan estos veinte relatos que se publican ahora en castellano.
Tres elementos se pueden destacar de todos ellos. Por un lado, un decidido propósito de elevación moral: como en el resto de su obra, Tagore pretende ante todo hacer un canto a la vida espiritual, mostrar cómo la dignidad y libertad humanas -auténticos protagonistas de estas historias- deben prevalecer sobre todo egoísmo y convención social. En segundo lugar, su arraigo cultural resalta en los temas que elige: una sociedad impermeable de castas, el valor de la familia y la injusta situación de la mujer, el destino y la reencarnación, la importancia de la riqueza material, los astros y la muerte. Tagore procede de una familia de brahmanes muy occidentalizada, y este cruce de influencias se advierte -aunque con ventaja para la primera- en los temas y, sobre todo, en el enfoque con que los resuelve.
Por último, como tercer elemento, su encendida fe en el hombre. Por encima de dramas y mezquindades, al precio de sacrificios y heroísmos, acaba casi siempre imponiéndose nuestra maravillosa capacidad de querer, a Dios y a los demás.
Sin dejar de lado su sensibilidad de poeta -se advierte en imágenes especialmente intuitivas y en la sonoridad de numerosos párrafos-, el Nobel bengalí consigue desplegar una notable capacidad fabuladora al servicio de su forma de entender al hombre y, en particular, a la sociedad hindú.
Javier Cercas Rueda