De un tiempo a esta parte, ¿damos muchas vueltas a cómo deberíamos expresar una idea, manifestar una opinión o defender un punto de vista? ¿Nos recordamos que debemos ser extremadamente delicados para no incurrir en algún posible agravio hacia algo o hacia alguien? Si estas preguntas nos parecen oportunas, es porque sentimos que expresarnos ya no es un ejercicio de libertad, sino un riesgo. Pero un riesgo “asimétrico”, porque solo es perceptible por aquellos que discrepan de un determinado modo de pensar elevado a la categoría de “lo correcto”. En ello consiste lo que se ha dado en llamar “cultura de la cancelación”, una expresión que, a juicio de Fernando Bonete, constituye un oxímoron. En efecto, la cultura es “diálogo, intercambio y encu…
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