Paidós. Barcelona (1995). 171 págs. 1.500 ptas.
Hannah Arendt, brillante filósofa judía, nació en Hannover en 1906 y murió en Estados Unidos en 1975, adonde se trasladó en 1941, huyendo de la ocupación alemana de Francia. Sus primeras reflexiones, derivadas de los acontecimientos históricos, se centraron en Los orígenes del totalitarismo, donde rechaza los regímenes totalitarios, de cualquier signo. A este libro siguió su obra clave, La condición humana.
El presente volumen recoge cinco ensayos cortos de la autora y sus intervenciones en un congreso de 1972, todos ellos hasta ahora inéditos en castellano. Constituyen un buen exponente de los principales temas abordados por Arendt en sus obras mayores.
Arendt, reacia a ser calificada en el mapa ideológico, provenía de un contexto socialista por su familia, y no creía que las adscripciones de este tipo arrojen luz sobre las cuestiones importantes de nuestro siglo. Sólo perteneció al sionismo cuando Hitler era una amenaza, pero luego rompió con el movimiento.
El hilo conductor de los ensayos elegidos es una reflexión sobre el sentido de la historia: una búsqueda comprensiva, desde la razón lógica, del sentido de los acontecimientos históricos. Esta idea aparece de una manera u otra en los mismos títulos de los ensayos: Comprensión y política (Understanding and Politics, 1953), Historia e inmortalidad (History and Immortality, 1957), La brecha entre el pasado y el futuro (The Gap Between Past and Future, 1961), Labor, trabajo y acción (Labor, Work, Action, 1957), para finalizar con El pensar y las reflexiones morales (Thinking and Moral Considerations, 1971).
Sus tesis siguen vigentes y son aplicables a la situación contemporánea. Además, en su reivindicación del pensamiento aristotélico, propugna una estrecha relación entre ética y política, recuperando el republicanismo griego. Esto hace que hoy sea continuamente citada por los filósofos comunitaristas, entre otros muchos.
Para Arendt, el hombre es responsable de la historia. Como plantea con sagacidad Manuel Cruz en el prólogo, también hoy nos interrogamos sobre si tiene sentido hablar de responsabilidades en un mundo lleno de acontecimientos que se nos escapan de las manos: los conflictos bélicos, el SIDA, el deterioro de la capa de ozono, el hambre y un largo etcétera.
Como filósofa, Hannah Arendt defiende que el pensar sobre la política, sobre el suelo de la experiencia, es importante: debemos intentar comprender los acontecimientos y hacer un juicio sobre ellos. Pensar sobre la política requiere cierta distancia, mientras que el compromiso político directo -necesario en circunstancias excepcionales- «fácilmente puede llevar a un punto donde ya no pensemos». Su conclusión es un llamamiento a la responsabilidad personal: somos los hombres y las mujeres quienes hacemos la historia.
María Elósegui