Herder. Barcelona (1996). 374 págs. 3.400 ptas. Edición original: Hoffmann und Campe. Hamburgo (1993).
Bassam Tibi, catedrático de política internacional en la Universidad Harvard, es un sirio nacionalizado alemán. De ahí que su mentalidad y conocimientos le permitan guiar al lector occidental por los vericuetos de la política árabe y de la agitada situación de Oriente Medio.
A raíz de la guerra del Golfo, algunos analistas occidentales trataron de explicar los hechos desde una óptica no ajustada a la realidad. Olvidaban que Siria, Irak y otros Estados árabes no son Estados nacionales a semejanza de los europeos, sino más bien «tribus con banderas nacionales». Y más que de tribus, debería hablarse de clanes creadores de una clientela política sobre la que asientan su poder. Así, por ejemplo, Sadam Hussein no es sólo el máximo dirigente del partido panarabista Baas, sino también el jefe del clan de Takrit, aldea del norte de Irak, en la que casualmente nació el famoso sultán Saladino, vencedor de los cruzados. No vaciló, pues, la propaganda iraquí en calificar a su presidente como el Saladino del siglo XX, silenciando el origen kurdo -que no árabe- del sultán medieval.
El panarabismo de Siria, Irak o Libia pasa por una profunda crisis, pero el fundamentalismo islámico, floreciente en Irán, Argelia o Sudán, toma el relevo en su hostilidad a Occidente. Esta psicosis de conspiración que une por igual a panarabistas y fundamentalistas aleja cada vez más al mundo árabe de la democracia. Según el autor, los cambios socioeconómicos no imponen por sí solos la democracia, y la única modernización introducida en Oriente Medio por los nuevos déspotas orientales -llámense reyes o presidentes- son medios modernos para la represión. Y es que, para ellos, cualquier oposición equivale a conspiración y la única moción de censura que funciona es el asesinato o el golpe de Estado.
La tesis final del libro es que para introducir la democracia en el mundo árabe es preciso un cambio cultural que parta de los propios musulmanes. Es decir, si la democracia no se identifica con el respeto a los derechos humanos, a lo sumo podremos tener en Oriente Medio cierta estabilidad, pero en ningún caso una paz duradera.
Antonio R. Rubio