Divina economía es el más conocido de los libros de Duane Stephen Long, pastor metodista que actualmente es profesor de teología sistemática en la Marquette University (católica). Se inscribe en la corriente denominada “radical orthodoxy”. Este movimiento intelectual está compuesto por autores de diversas tradiciones eclesiales y somete a crítica el secularismo moderno en sus diferentes manifestaciones. Para ello vuelven a las doctrinas, entre otros, de autores de gran peso en la tradición cristiana como santo Tomás de Aquino o san Agustín.
Divina economía hace un agudo análisis del trabajo de los teólogos que más seriamente han abordado el problema de la economía moderna. La obra ofrece tres respuestas diferentes y en gran medida antagónicas a la pregunta de qué tiene que decir y aportar la teología a la economía (y en particular al capitalismo).
La primera sección está dedicada a la tradición liberal, calificada de dominante. Agrupa a autores católicos y protestantes cuya característica común es, aun con propuestas claramente diferenciadas, la defensa del capitalismo democrático y los valores del mercado. Como deficiencias comunes a los autores analizados (M. Novak, M. Stackhouse, R. Preston, D. McCann y P. Wogaman), Long apunta la incapacidad para incorporar temas específicamente cristianos, la exaltación de la libertad hasta dar la impresión de constituir el valor más importante y la asunción acrítica de la separación weberiana entre los hechos económicos (supuestamente descritos de manera “neutral” por la ciencia económica) y los valores éticos que implican (que quedarían fuera de esa disciplina).
En la segunda sección Long somete a crítica a la que denomina “tradición emergente”. Se trata de autores de cuño marxista que protestan vivamente contra el capitalismo y la tradición liberal. Analiza la obra de autores significativos de la teología de la liberación (G. Gutiérrez y J. Sobrino), la teología feminista (R. Radford Ruether) y la teología negra (J. Cone). Las explicaciones de estos autores aportan mejoras teológicas y nuevas luces al sentido de la actividad económica, pero la impregnación marxista termina asfixiando a la teología: se identifica hasta el extremo la acción de Dios con la acción liberadora terrena, y al final Cristo y la Iglesia son un problema a superar.
Por último examina una “tradición residual” que considera que la teología es constitutiva de lo real y que aborda la relación entre teología y economía desde las virtudes, lo verdadero, lo bueno y lo bello. En esta sección se estudia la aportación de la doctrina social de la Iglesia y de B. Dempsey; de algunos teólogos anglicanos; de MacIntyre (cuyo intento es filosófico) y de la “ortodoxia radical” de John Milbank. Lo común a estos autores -y al mismo Long- es la convicción de que la teología de santo Tomás proporciona una crítica útil de la economía política moderna y medios para reconstruir las relaciones económicas al servicio del hombre.
Con este trabajo Long contribuye desde una perspectiva novedosa al diálogo entre teología y economía. Su visión es sumamente enriquecedora y justifica el interés por dar a conocer este libro al lector de habla hispana. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la visión de Long en lo que toca a la doctrina de la Iglesia católica es limitada. La nota del editor (el propio arzobispo de Granada) al comienzo del libro ya adelanta y explica algunas deficiencias. Además, sorprende que el análisis de la doctrina social de la Iglesia se limite a León XIII y a Pío XI. Y, en fin, ha olvidado la encíclica Sollicitudo rei socialis de Juan Pablo II, añadida por el editor en nota a pie y que, curiosamente, la tradición liberal suele esquivar por incómoda.