Tecnos. Madrid (1995). 109 págs. 800 ptas.
Con su concisión y claridad habituales, Jesús Ballesteros hace pensar en su último libro sobre las exigencias de la dignidad de la persona humana relacionadas con la naturaleza. Esta reflexión lleva a perfilar los derechos al medio ambiente, dentro de una tercera generación de derechos humanos.
Cuando existe un clamor contra las pruebas nucleares del gobierno francés en el Pacífico, la lectura de este libro ayuda a elevar el punto de mira, y a comprender con nuevos matices la importancia de ese «modo ecológico de pensar» del que Ballesteros escribía al menos ya en 1985, y al que dedicaba también cierta atención en su obra de 1989, Postmodernidad: decadencia o resistencia (ver servicio 81/89). No en balde, según afirma, el descubrimiento de la ética ambiental radica en advertir «la coincidencia entre la destrucción de la naturaleza por parte del hombre, y la propia destrucción del hombre por sí mismo».
El catedrático de Filosofía Jurídica en la Universidad de Valencia repasa las principales concepciones que han configurado la relación de los seres humanos con la naturaleza, para determinar el fundamento antropológico del ecologismo. Lejos del antropocentrismo tecnocrático, como de los diversos biologismos o salvajismos, Ballesteros concibe al ser humano como «cuerpo animado», «polvo enamorado», «humus pensante», dependiente y, al mismo tiempo, «guardián de la naturaleza». Justamente la prioridad de la persona inspira a la vez la defensa de la diversidad biológica y cultural, del desarrollo sostenible y de la solidaridad planetaria. Y de ahí surgen infinidad de inspiraciones, que dibujan un ecologismo de otra magnitud y gran calado que incluye la prioridad de la paz frente al militarismo, exige la superación de etnocentrismos y sexismos, manifiesta la grave insuficiencia del nacionalismo estatal y del consumismo de mercado, y recupera la familia como gran protagonista y educadora de solidaridades.
Salvador Bernal