Debolsillo. Barcelona (2004). 171 págs. 7,50 €.
Una obra breve, incisiva y necesaria. Marie-Claire Uberquoi, periodista y crítica de arte desde 1992 en el diario «El Mundo», y colaboradora habitual de «Descubrir el Arte» y «El Cultural», reflexiona sobre la plástica del último medio siglo, preguntándose si el arte ha perdido su aura, su dimensión intelectual o su poder de comunicación. Su discurso se centra en los autores que han llevado más lejos el deseo de alejarse de la noción tradicional del arte.
La autora recoge diferentes posturas con respecto al arte de hoy: los que piensan que se ha tocado fondo, y que la creación actual es un engaño, vacía de contenidos y manipulada por la vertiente comercial (sobre todo los empujes generados en el mercado neoyorquino) o la de las propuestas más novedosas expuestas en la Documenta de Kassel; los que sostienen que la modernidad no consiste simplemente en hacer tabla rasa de todo lo anterior sino en promover un impulso renovador capaz de descubrir nuevos aspectos de la realidad, con obras que no tienen nada que ver con el goce estético, sino más bien con el nihilismo puro y duro. Se agradece la dedicación prestada a los representantes españoles de las distintas corrientes artísticas actuales, dentro del panorama internacional.
Para contribuir a clarificar movimientos, influencias y, por lo tanto, poner en manos del espectador armas críticas, la autora analiza las grandes líneas que a su juicio explican las derivas actuales de la creación artística: el rechazo del objeto artístico, la creación de instalaciones efímeras, el uso de las nuevas tecnologías, los intereses mercantilistas, la explotación publicitaria de obras falsamente provocadoras, la utilización del arte como activismo político, el fenómeno de la banalización del arte ligado al desarrollo de la «cultura basura»…
Resulta interesante su análisis acerca del fenómeno actual en el arte que privilegia el proceso creativo y el discurso teórico que lo envuelve sobre la realización material del objeto artístico. Algo que trajo consigo en los años 40 la consagración del objeto, como desarrollo o deriva de Duchamp, en los 50 la confusión entre arte y vida, en los 60 impulsó el camino hacia la desmaterialización absoluta, en los 70 la definitiva devaluación de la vanguardia. En los 80, la incertidumbre acerca del gusto del nuevo mercado era total, y si alguien se levantaba para afirmar a voz en cuello que él era un genio, había una posibilidad de que le creyeran. La crítica de Uberquoi hacia estas posturas es rotunda. Por último, aborda los 90 destacando el espejismo de lo nuevo que culmina en la «tormenta tecnológica» del arte de fin de siglo.
Texto polémico que va a contracorriente de la crítica más conformista, denunciando imposturas, pactos tácitos entre el mercado, la crítica y los espacios de arte, ferias y bienales. En pocas ocasiones, sin embargo, alaba o entrevé posibilidades de cambio, de verdadera recuperación de la creación. Y yo me pregunto si, además de su crítica, no habría que movilizar fuerzas de búsqueda de los verdaderos creadores, que existen.
María Molina León