Planeta. Barcelona (2006). 384 págs. 24 €.
La colección «España Escrita» ha publicado la segunda edición de «El catolicismo español» de S.G. Payne (la primera edición es de 1984), con un prólogo de Tom Burns Marañón y un epílogo del autor. El epílogo constituye un análisis de los hechos principales referentes a la cuestión estudiada y sucedidos desde 1984 hasta la actualidad.
El libro trasluce el buen conocimiento de la historia de España del autor y su capacidad para comprender la historia de la actuación de los obispos de la Iglesia católica, de los sacerdotes y de los católicos a lo largo de los siglos. Capacidad de comprender que se une a una actitud serena cuanto valora las razones de comportamientos, decisiones, posturas intelectuales, etc.
A lo largo de la lectura cabe plantearse si no es necesario repensar algunos de los conceptos que se utilizan para comprender el catolicismo español a lo largo de los siglos XIX y XX. Me parece que habría que reconsiderar qué se entiende por «conservador» y por «liberal», «tradicional» y «progresista», porque la reiterada utilización de esos conceptos a veces supone como un muro que impide comprender con más profundidad los porqués de los hechos. Quizá la utilización de esos términos se deba a que del catolicismo español se tenga una visión primordialmente política, o la historia del catolicismo español se haga a través de la historia política de España, y otros aspectos de la vida de los católicos -la acción de católicos en las reformas sociales, transformaciones sociales, promoción educativa, programas pastorales del episcopado, etc.- queden en penumbra.
Hay que lamentar que una segunda edición pueda contener algunas imprecisiones: por ejemplo, afirmar que el número de diputados católicos que votaron en contra del artículo 26 de la Constitución de la II República fueron 5, cuando fueron 59, pues no hubo ni ausencias ni abstenciones.
No obstante, lo que más contrasta es que, junto a páginas en las que los datos que sirven para caracterizar el comportamiento de unas personas, el episcopado, un obispo, están verificados y reflejan un ponderado estudio, haya otras páginas en las que personas e instituciones son tratadas de un modo que quizá pudiera tener alguna justificación en 1984, por la ausencia de estudios, pero que hoy no parece razonable porque la bibliografía es en número y calidad mucho mejor. Así ocurre, por ejemplo, cuando habla del Opus Dei (entre otras inexactitudes se afirma que Juan Pablo II «beatificó a otros ocho miembros de esta prelatura personal»), al calificar las orientaciones de gobierno de Juan Pablo II, etc.
Las páginas dedicadas a las consecuencias del Vaticano II en España quizá podían ser más ponderadas y haber tenido en cuenta las tendencias historiográficas actuales en la interpretación del Concilio. La actitud adoptada por la mayoría de los obispos de la Conferencia Episcopal Española a partir de 1971 -su principal objetivo era dejar clara la independencia del episcopado respecto al régimen de Franco- se proyecta en las últimas secciones del libro, que se inclina más hacia una historia de las relaciones entre poder político y católicos en España. Por ese motivo quizá se deja en un segundo plano los cambios en los objetivos de la Conferencia Episcopal desde 1987 y que han tenido importantes consecuencias desde esas fechas hasta la actualidad.
Fernando de Meer Lecha-Marzo