EUNSA. Pamplona (2006). 291 págs. 33 €.
La historia de la noción cristiana de Dios es una de las más apasionantes de la filosofía y de la teología. Y es, precisamente, la idea puente entre la fe cristiana y la filosofía. Con esa idea entró el cristianismo dentro de la filosofía y la transformó. No se conformó con ser sólo una religión, sino que reclamó un puesto en el pensamiento. Porque la idea de Dios afecta a toda nuestra concepción sobre la constitución del mundo material y espiritual. Y a las relaciones entre las cosas y su Creador. Esto dio origen al pensamiento filosófico cristiano y también preparó las primeras nociones que servirían para el desarrollo de la teología especulativa. A partir de ellas comenzó a desarrollarse, por ejemplo, la Teología de la Trinidad.
En el siglo II, los primeros pensadores cristianos reivindicaron que el Dios de la Biblia, en que ellos creían, es también el principio y fundamento de toda la realidad que conocemos. Pasaron de las imágenes de la Biblia a los conceptos de la filosofía. Los tomaron y tuvieron que acomodarlos. Se trataba de concepciones estoicas o platónicas sobre el principio de la realidad y su relación con todas las demás cosas. Los cristianos afirmaron, sin género de duda, que el principio y causa de la realidad era un Dios personal y creador, tal como lo muestra la Biblia. Y, a partir de aquí, intentaron justificar dentro de la filosofía esa idea de Dios, clave del mundo material y, sobre todo, personal. La reflexión sobre la relación de ese Dios con el mundo y con el hombre llega hasta nuestros días y es una de la claves del pensamiento cristiano. La otra clave está en Cristo, en su vida y en su misterio pascual, que se convierte en fin y salvación del hombre.
En este trabajo, Ruiz Aldaz se acerca a la historia primera. Pero también a los sucesivos replanteamientos. Porque siendo un punto tan central, ha sido objeto de muchos debates. Durante los siglos XVI a XVIII, siguiendo la aversión de Lutero hacia la filosofía, toda una corriente protestante quiso replantear el trabajo de los primeros pensadores cristianos y Padres de la Iglesia. Querían desprenderse de ese legado y hacer un cristianismo evangélico sin filosofía y, en gran parte, sin dogma. En esa misma línea, a finales del siglo XIX la teología liberal protestante (Baur, Harnack) acusó injustamente a los primeros cristianos de helenización del cristianismo, originando un gran debate. El debate estaba deformado porque apenas conocían el mundo bíblico y, entonces, no podían valorar la originalidad de la posición cristiana y su enraizamiento.
En el siglo XX se ha dado una nueva reflexión, mucho más ponderada y con mayor conocimiento de causa, en la que han intervenido grandes teólogos protestantes (Pannenberg) y católicos (Scheffczyk, Ratzinger), grandes historiadores de la antigüedad cristiana (Dörrie, De Vogel, Stead, Pelikan) y varios historiadores de la filosofía (Ritter). De la mano de todos estos autores se pueden hacer muchas precisiones históricas y se adquiere una rica perspectiva de esta clave del pensamiento cristiano.
Juan Luis Lorda