Seix Barral. Barcelona (2001). 288 págs. 2.900 ptas.La casa del rojoPenínsula. Barcelona (2001). 475 págs. 2.250 ptas.
Libro a libro, desde todos los frentes (novelas, ensayos biográficos, dietarios, crítica literaria, poesías, conferencias…), Miguel Sánchez-Ostiz (Pamplona, 1950) ha dado forma a una narrativa muy personal que, no sin dificultades, ha conseguido consolidarse en el panorama literario español. El mundo social y familiar, la intensísima relación del autor con la literatura y la obsesiva indagación en la problemática del yo son las notas más distintivas de un autor inconformista, desengañado de las cortapisas que impone la sociedad literaria. Desde que en 1984 publicó su primer libro, El pasaje de la luna, Sánchez-Ostiz ha demostrado ser un autor muy versátil y prolífico. Entre sus novelas hay que destacar La gran ilusión (premio Herralde, 1989), Las pirañas (ver servicio 18/93), Un infierno en el jardín (ver servicio 151/95) y No existe tal lugar (ver servicio 180/97, Premio Nacional de la Crítica). Entre sus libros misceláneos, dedicados a reflexionar sobre la creación literaria, destaca Literatura, amigo Thompson (1989) y Carta de vagamundos (1994). Sánchez-Ostiz es, con Andrés Trapiello y José Carlos Llop, uno de los autores que más ha contribuido a la revitalización de los diarios, género de moda en España. En 1986 publicó La negra provincia de Flaubert, al que han seguido seis tomos más. La casa del rojo recoge sus comentarios y anotaciones de los años 1995 a 1998.
Los dos últimos libros del autor contienen inquietudes similares y reflexionan, desde géneros distintos, sobre la misma realidad íntima y social. La novela El corazón de la niebla reconstruye los últimos años de la vida de Juan Miguel Arróniz, ex diputado socialista en los años de gobierno del PSOE en España, que apareció muerto en su casa de Eleta, en el valle de Humberri, adonde se trasladó con su mujer para dedicarse exclusivamente a la literatura. Un abogado madrileño, amigo de Juan Miguel, en primera persona, intenta desvelar, gracias a la ayuda de unos diarios, los motivos que llevaron al protagonista a reconstruir su vida en un ambiente tan distinto al de Madrid. A los lógicos problemas de aclimatación a un mundo cerrado, hay que sumar la crisis personal y matrimonial que vive, que le conduce a la soledad más absoluta.
Lo que más obsesiona a Juan Miguel es entender los problemas de un mundo rural donde el radicalismo vasco encuentra tanto respaldo. Hay en el libro un importante componente político, poco frecuente en la literatura actual, basado en la conflictiva realidad que se vive en el País Vasco y en algunas localidades navarras. También plantea una crítica reflexión sobre la vida rural. Frente al idealismo de la alabanza del campo y el menosprecio de lo urbano, Sánchez-Ostiz resalta los vicios rurales que ha forjado una singular manera de vivir. Las constantes digresiones y la confusión que provoca el punto de vista adoptado -frecuentemente se identifican la voz del narrador con la del protagonista- difuminan la trama de la novela.
La misma ambientación está presente en el último tomo de sus diarios, La casa del rojo, nombre en español de la casa donde el autor se va a vivir, Gorritxenea. Tras la dolorosa experiencia de vivir en una urbanización a las afueras de Pamplona, reflejada de manera crítica y sarcástica en sus novelas Las pirañas y Un infierno en el jardín, Sánchez-Ostiz abandona por una temporada la ciudad que ha sido escenario habitual de su vida y también de sus creaciones, ciudad con la que ha mantenido una constante relación de amor-odio, y se traslada a un pequeño pueblo navarro del valle del Baztán.
Con una escritura directa y crispada, Sánchez-Ostiz habla de la vida diaria, los problemas domésticos que tiene con la nueva casa, el trabajo en el huerto y en las reparaciones del hogar, la relación con su familia, sus lecturas, la redacción y recepción de sus novelas, sus contactos con otros escritores, su trabajo como crítico literario… Junto con momentos nostálgicos, abundan también los ajustes de cuentas y los varapalos a la sociedad literaria. En una de las reflexiones se plantea las dificultades que tiene para escribir diarios, y se reafirma en su idea de «no ser elusivo, nombrar las cosas, descender a los pliegues y reconchas de la conciencia, a las zonas crepusculares, no rumiar, ir a alguna parte».
Como suele suceder con los diarios, no se sabe hasta qué punto lo que se cuenta es verdad o es fruto de la construcción de un personaje que es el protagonista de estos apuntes. Los diarios reflejan el «carácter melancólico y depresivo» de Sánchez-Ostiz, su facilidad para entrar a saco en los asuntos conflictivos, aunque esto, quizá, ha redundado negativamente en su carrera como escritor y en sus relaciones sociales. También son muy frecuentes las alusiones a la gastronomía (sin abrumar) y a la realidad social y política de Navarra y a la del País Vasco, con el constante y permanente problema terrorista rondando sobre su conciencia.
Adolfo Torrecilla