Abandona en este volumen Javier Cercas (Cáceres, 1962) la novela de ficción –su anterior obra fue Las leyes de la frontera– para escribir, como ya hiciera en Anatomía de un instante, lo que él define como un “relato real o esta novela sin ficción saturada de ficción”. Al igual que Truman Capote en A sangre fría, muy citado en este libro, Cercas se inmiscuye en la narración con sus opiniones, indagaciones, valoraciones, entrevistas, mezclando de manera deliberada las técnicas de la novela con el ensayo, el reportaje y la investigación periodística.
Aunque a veces Cercas hinche sus pesquisas y emplee una delectación narrativa un tanto grandilocuente, el autor se mueve muy a gusto en este territorio narrativo, manejando con soltura sus ingredientes reales, dosificando la información y las conclusiones y elevando además la anécdota biográfica en la que se basa el libro. Se trata de la vida del impostor Enric Marco, en una posible metáfora de la transición española y en una degeneración kitsch de los objetivos de la denominada “memoria histórica” –ley aprobada por el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero- que Cercas llama en su libro “industria de la memoria”.
“Conocí a Enric Marco en junio de 2009, cuatro años después de que se convirtiera en el gran impostor y en el gran maldito”, escribe Javier Cercas en la primera página de este libro. “Marco era un octogenario barcelonés que a lo largo de casi tres décadas se había hecho pasar por deportado en la Alemania de Hitler y superviviente de los campos nazis”. En esos años, Marco, además, no se había quedado callado: “Había presidido durante tres años la gran asociación española de los supervivientes, la Amical de Mauthausen, había pronunciado centenares de conferencias y concedido decenas de entrevistas”. En los años de explosión de la “memoria histórica”, de la que Marco parece sintetizar todos sus objetivos, “había recibido importantes distinciones oficiales y había hablado en el Parlamento español en nombre de todos sus supuestos compañeros de desdicha”.
Pero en 2005 Marco fue desenmascarado gracias al trabajo de un historiador especializado en las deportaciones de españoles a la Alemania nazi, Benito Bermejo. A partir de ese momento, fue despojado de sus cargos y linchado en unos medios de comunicación que los meses anteriores le habían convertido en el héroe de la memoria histórica. Para Cercas, “Marco fue un fabricante imparable de kitsch”, pues “la nueva industria de la memoria necesita alimentarse del kitsch histórico, que regala a quien lo consume la ilusión de conocer la historia real ahorrándole esfuerzos”. En entrevistas en la prensa, radio y televisión, en intervenciones en colegios, centros culturales, asociaciones de vecinos, partidos políticos, sindicatos, etc., Marco desgranaba su relato kitsch de lo vivido en el campo de Flossenbürg, narración salpicada de verdades y mentiras, “que es la forma más refinada de la mentira”. Todo servía para alimentar su leyenda.
Cercas investigó sobre su vida, su infancia y adolescencia, la Guerra Civil, su salida de España rumbo a Alemania, su regreso, sus años de mecánico y de comercial, sus amores y matrimonios… “Durante más de treinta años, desde su regreso de Alemania en 1943 hasta la muerte de Franco en 1975 o, para ser más exactos, hasta los años iniciales de la democracia, Marco no militó en ningún partido político ni en ningún sindicato, no conoció ningún tipo de clandestinidad política ni combatió de ninguna forma el franquismo, tampoco pasó por la cárcel”. Sin embargo, esto no le impidió fabricarse un pasado clandestino de luchador antifranquista que le sirvió para ser elegido secretario general de la CNT de Cataluña y dos años después de la CNT nacional. Posteriormente, ocuparía el cargo de vicepresidente de la FAPAC, una organización de padres de alumnos de Cataluña vinculada a la escuela pública.
Y es entonces cuando decide adulterar su pasado y convertirse en deportado en los campos de la Alemania nazi. Durante años, fue la imagen pública de aquellos prisioneros, lo que le sirvió para alimentar con creces su enfermiza obsesión por ocupar un lugar destacado en la sociedad. Y Enric Marco lo hizo sirviéndose de la falsificación del pasado en un momento en el que la “memoria histórica” se enarbolaba en España como la necesaria receta para desenmascarar el catártico proceso de amnesia colectiva vivido durante la mentirosa transición. Cercas ha escrito un libro que va más allá de la anécdota de la impostura de Enric Marco y que se convierte en una jugosa reflexión sobre el pasado y la memoria.