Arthur, alter ego del escritor inglés David Storey (1933-2017), es un trabajador industrial en un pueblo del norte de Inglaterra de la postguerra. Como muchos de sus compañeros, suele jugar al rugby y acaba fichando por el equipo local. Es el mejor futuro posible para un joven en sus circunstancias. Aunque no deja de trabajar en la fábrica, se convierte en una estrella de la localidad: gana más dinero que el resto y todos le admiran; además, se convierte en un triunfador con las chicas. Arthur se transforma en alguien distinto, especial, y así lo perciben los demás.
Junto a este proceso de ascenso social, Storey desarrolla una trama de degradación moral. La relación ambigua que Arthur tiene con su casera, una viuda, se convierte en un infierno. El terreno de juego es un catalizador de todas las emociones y frustraciones que Arthur acumula, una espita por la que expulsa la presión que su nueva condición pone sobre él. Sin embargo, “estaba metido en un bucle y daba igual a dónde fuera, porque al final tendría que dar la vuelta y regresar por el mismo camino”, reflexiona Arthur al final de toda la historia.
Con una prosa ágil y un maravilloso oído para los diálogos, Storey retrata la trayectoria personal, el ascenso, el descenso y un esbozo de redención de un vulgar trabajador convertido en una estrella. Aun así, El ingenuo salvaje es mucho más que una simple novela de rugby. Es la historia de las ambiciones de un equipo, de una ciudad, de sus grandezas y de sus ambiciones más mezquinas.
El libro se publicó en 1960 y fue llevado al cine tres años después con el propio Storey como guionista, y tuvo dos nominaciones a los Oscar. El autor ganaría el premio Booker en 1976 con Saville, otra de sus novelas.