Paidós. Barcelona (1993). 450 págs. 2.900 ptas. Edición original: Simon &Schuster, Nueva York, (1990).
La gente ineficaz -dice Covey- trata de administrar su tiempo basándose en prioridades; la gente eficaz organiza su vida a partir de principios: leyes naturales que tienen validez universal. Un atractivo planteamiento. El liderazgo deja sus connotaciones heroicas para convertirse en el arte de dirigir y mejorar a otros mediante la aplicación de los principios a las realidades familiares, empresariales u organizativas de cualquier tipo.
Junto a los principios, la conciencia: ese don humano exclusivo que distingue la congruencia o disparidad con los principios correctos y nos eleva hacia ellos. La educación de la conciencia comienza en la familia, pero exige esfuerzo personal; sin él, se podría originar una oscuridad interior que motive la conciencia social del «¿Seré descubierto?», en lugar de la conciencia natural del «¿Qué está bien y qué está mal?».
El libro es una compilación de artículos de Covey, cinco de ellos escritos en colaboración. Sin duda ésta es la razón de algunas repeticiones innecesarias y de cierta falta de unidad en el texto, que hubiera podido ser más ordenado y menos extenso. Con todo, se trata de un libro sugerente. Por encima de todo pretende ser práctico, y lo consigue en buena medida.
Covey, autor del famoso libro Los siete hábitos de la gente eficaz, plantea una atractiva ética de virtudes que debe abarcar la vida entera en progresivo desarrollo: de la madurez personal a la relación fructífera con los demás, de dentro hacia afuera. Frente al espíritu competitivo basado en una mentalidad de escasez, propone un modelo «yo gano, tú ganas» propio de una mentalidad de abundancia. En la empresa, en primer lugar y dando sentido a estructuras y sistemas, está la gente. Habrá éxito o fracaso en la medida en que se la dirija bien. Por esta razón Covey hace de la comunicación la cuestión central, junto a su condición imprescindible: la confianza, que, a más de capacidad, exige integridad por parte del directivo.
Sobre estos dos pilares reconstruye todo el edificio de la organización empresarial, abordando con el nuevo enfoque los temas clásicos. Dedica a esto la segunda parte del libro, más farragosa.
Covey es un protestante íntegro y consecuente. También es típicamente norteamericano, lo que se refleja en neologismos para conceptos que tienen siglos, o en citar a Platón junto a Cecil B. De Mille o a un astronauta. No pretende hacer ciencia, sino transmitir sus convicciones avaladas por la experiencia: una mezcla de empirismo, sentido común, afirmaciones categóricas y religiosidad, con cierto aire de predicador.
Se le puede también objetar a Covey que pone la ética al servicio del éxito, definido en términos voluntaristas: consistiría en convertirse en el tipo de persona que uno quiere ser, y hacer las cosas que uno desea hacer. Después de haber leído todo lo que escribe sobre conciencia y principios inmutables, uno esperaba algo más. Pero dentro de estas claras limitaciones, el libro tiene el mérito de plantear un modelo viable y práctico de gestión de empresas, basado en una visión unitaria de la persona y en principios éticos, algo de lo que andamos bastante escasos, quizá porque quienes escriben de ética no suelen tener mucha experiencia empresarial.
Juan Ignacio Poveda