El catedrático de Filosofía, Gustavo Bueno, un conocido representante del materialismo filosófico, sigue haciendo ejercicio de una lógica apabullante para cuestionar los mitos políticos de la España de nuestros días. El propio autor reconoce que este libro, junto con otros recientes, desata forzosamente las iras de los nacionalismos, PSOE e IU. Bueno siempre ha criticado este maridaje por su incompatibilidad y falta de lógica, lo que explica el habitual exabrupto de “fascista” con el que la izquierda despacha sus libros. Y esto a pesar de que el autor tiene una formación marxista. Pero la búsqueda de una auténtica coherencia ideológica, muy diferente de esas actitudes cerriles que se disfrazan de coherencia, le hace poner en duda los encasillamientos maniqueos a los que tan aficionada es la izquierda, y que Bueno aborrece.
La tesis principal de la obra es que el mito de la derecha en España ha sido elaborado por sus adversarios de izquierda que se han empeñado en creer -y hacer creer a la opinión pública- que la derecha es una especie de bloque compacto, que va desde los liberales a la extrema derecha, y que también es una continuación de las ideas del Antiguo Régimen, uno de cuyos exponentes habría sido el franquismo.
Tales afirmaciones encierran, por un lado, la incongruencia de que toda la historia anterior a la Revolución Francesa corresponde a un período de derechas; y por otro lado apuntan a la pretensión de la izquierda de perpetuarse en el poder porque automáticamente se convierte en la encarnación del bien y del progreso frente a unos adversarios que son intrínsecamente malos. Esta tendencia empieza a vislumbrarse desde la victoria electoral del PP en 2000 y es una estrategia que ha ido más, con instrumentos como la ley de memoria histórica o la propia crisis económica. De ahí que Bueno dé por superado el espíritu de la transición y de la Constitución de 1978, aunque oficialmente esto no se reconozca.
Pero la solución no pasa, según el autor, por la búsqueda del centro político, un espacio que se caracteriza más por su indefinición que por su moderación. Bueno suscribe abiertamente la opinión de que los políticos de centro son aquellos que carecen de principios, con lo cual arremete contra una derecha vergonzante que oculta su condición, en contraste con una izquierda orgullosa de serlo. El autor, maestro a la vez de erudición e ironía, compara el orgullo izquierdista a una emoción mística. Un racionalista o materialista como Bueno no podría evitar una sonrisa ante el encandilamiento de los militantes socialistas cuando Rodríguez Zapatero anunció un “giro a la izquierda” en el Congreso de 2008.