El politólogo americano de origen indio, Fareed Zakaria, aborda el papel de Estados Unidos ante a la aparición de potencias emergentes como China, India, Rusia o Brasil. Son países en ascenso por el crecimiento económico, mas esto no quiere decir que de forma inmediata puedan convertirse en rivales de Washington o que surja un directorio mundial de potencias similar al de Europa en el siglo XIX. Zakaria reitera que seguirá habiendo una única superpotencia, pero ésta no podrá actuar de modo unilateral, como en tiempos del primer mandato de Bush.
Aunque escrito poco antes de la presidencia de Obama, el libro es un llamamiento a que Estados Unidos comparta el poder a través de la búsqueda de intereses comunes o dirigiendo la agenda global para no perder legitimidad. Las afinidades con el enfoque preferentemente diplomático del nuevo presidente son bastantes claras. La obra es una defensa del soft power americano partiendo de la idea de que el poder no puede reducirse a lo militar. Importan también la economía y la tecnología, porque si no Estados Unidos puede caer en el mismo error del Imperio británico: hacer hincapié en el esfuerzo militar para controlar rutas estratégicas, a costa de descuidar la economía y los avances tecnológicos. Un esfuerzo agotador que llevó a que Gran Bretaña fuera superada como potencia económica por Alemania y Estados Unidos.
Sin embargo, no estamos ante un libro pesimista sobre una posible decadencia americana. Todo lo contrario, pues el autor nos insiste en que la superpotencia sigue teniendo relevancia demográfica, económica y tecnológica, además de militar, para hacer frente a los retos del siglo XXI. No todos los países emergentes pueden decir lo mismo, por los grandes contrastes entre sus sociedades o por su debilidad demográfica. Según Zakaria, el arma secreta de Estados Unidos sigue siendo sus inmigrantes, los que han forjado la historia del país en más de dos siglos. Es una inmigración que, en contraste con la de otras zonas del mundo, aspira a identificarse, una vez que ha echado raíces, con la tierra que la acogió.
Son de especial mención los análisis de Zakaria sobre China y la India, y su relación respectiva con Estados Unidos. China es un reto para el que la única superpotencia no está preparada. Si los chinos hicieran grandes alardes de poder político y militar para ser la primera potencia asiática, Washington sabría encontrar los contrapesos adecuados entre sus vecinos de Asia y el Pacífico. Pero no es el caso, porque la ascensión de China como potencia da la primacía a los aspectos económicos sobre todos los demás. Estas reflexiones son certeras y nos llevarían a concluir que no es sencillo, como desearían algunos en Washington, que se forje una asociación estratégica especial entre chinos y americanos.
Respecto a la India, Zakaria resalta el acercamiento de Clinton y Bush a este país emergente. La cooperación nuclear en el ámbito civil ha ido de la mano con las consideraciones sobre la alianza entre las democracias americana e india. Es verdad que en la India está triunfando el dinamismo de la economía de mercado sobre el burocratismo del legado de Nehru. Pero una relación privilegiada entre la India y los Estados Unidos no será a costa de que los indios supediten sus propios intereses en el sur de Asia.