El nacionalismo. Una ideología

Alfredo Cruz Prados

GÉNERO

Tecnos. Madrid (2005). 188 págs. 13 €.

A menudo se tiende a identificar nacionalismo con independentismo. Pero lo peculiar del nacionalismo no es su objetivo político (secesión, unificación de un país, autogobierno…), sino el tipo de argumentación con que justifica su proyecto político. Según Alfredo Cruz, profesor de Historia del Pensamiento Político, la argumentación nacionalista consiste en declarar la existencia de una comunidad primordial y originaria -la nación-, y postular seguidamente la modificación del orden político existente para que coincida con la realidad nacional. A cada nación debe corresponder un Estado. La nación sería la unidad natural del género humano y el Estado el instrumento político al servicio de lo nacional. La nación se convierte así en el principio explicativo de la historia, igual que para Marx lo era la pertenencia a una clase social.

Para Cruz Prados, el nacionalismo hace una construcción estratégica de la nación en función de su proyecto político. Del contenido cultural del espacio atribuido a la nación se seleccionan o se priorizan los rasgos más singulares y diferenciadores, y se pasa a caracterizar la realidad entera de la nación en función de esos rasgos (lengua, religión, etnia…). Definida así la nación, el discurso nacionalista la proyecta sobre el pasado, presentándola como una comunidad que, en el fondo, siempre ha permanecido idéntica a sí misma, bajo el sucederse de ordenamientos políticos inadecuados.

En esta definición estratégica de la nación, presentada como algo «natural», ve Cruz Prados el carácter ideológico del discurso nacionalista: «El nacionalismo necesita hacer de su proyecto el único que verdaderamente responde a la realidad de la nación; el único que es asignable a ésta como su proyecto propio y exclusivo, el único proyecto político que posee, por tanto, legitimidad nacional». Quien comparte el proyecto es reconocido como patriota y quien no lo hace suyo será considerado «de fuera», aunque tenga los mismos rasgos culturales que los demás.

Frente a la idea de la nación como comunidad originaria, el autor sostiene que han sido los «artificios» políticos los que han creado las «naciones» culturales. «Los Estados, que por lo general han querido ser Estados nacionales, han sido los que han generado en su interior una comunidad de amplias dimensiones, homogénea culturalmente». Es bien conocido a este respecto el papel que han tenido en los Estados nacionales modernos factores aglutinantes como la escolarización, la normalización lingüística o el servicio militar obligatorio. «La solidaridad ‘nacional’ o ciudadana solo se consiguió extrayendo a los individuos de sus comunidades primordiales y cotidianas, y enseñándoles a pensar y a sentir según categorías más abarcantes y abstractas».

Cruz Prados defiende el carácter creador de la acción política, de modo que esta no se limite a ser el instrumento protector de una comunidad y una identidad ya dadas. Pero frente a la pasión de lo comunitario y de la identificación nacional, otras categorías tienen hoy por hoy menos poder aglutinante, como se ha visto en el proceso de unidad europea o en la debilidad del «patriotismo constitucional».

Ignacio Aréchaga

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.