Es imposible sintetizar en pocas líneas este libro, sin duda una de las mejores obras que se han escrito sobre el séptimo arte. Y es que en ella, el director de obras maestras como Sucedió una noche, Vive como quieras o ¡Qué bello es vivir!, además de contar su vida, desarrolla una crónica apasionante de la historia del cine norteamericano, ofrece un vigoroso tratado sobre dirección de cine -a partir de su famosa idea «un hombre, una película»- y, sobre todo, expone su atractiva filosofía vital. Todo ello, narrado con la misma frescura de sus películas, encarnado en infinitas anécdotas y con un tono amable y veraz a la vez, comprensivo hacia todo el mundo, pero que no escamotea las sombras propias y ajenas.
El principal atractivo de este libro es que desvela, de primera mano, los secretos de este gran hombre y gran cineasta, nacido en Sicilia en 1897, en el seno de una familia campesina, y muerto en California en 1991, que encarnó en su vida y en su obra el sueño americano. Ganó tres Os cars al mejor director, fue el primer cineasta que situó su nombre antes del título de sus películas y se convirtió en uno de los directores más populares de la historia.
En el libro se aprecian los esfuerzos de Capra por retratar las aspiraciones del americano medio, con una apariencia cercana al populismo del New Deal rooseveltiano, pero con un trasfondo más profundo, en el que late un humanismo de nítida inspiración católica. Él mismo decía: «Si nos ocupamos de los valores daremos un gran paso hacia adelante. La idea maestra de mis películas es realmente el Sermón de la Montaña». Este optimismo cristiano es, en efecto, el impulso esencial de las comedias de Capra, amables y elegantes fábulas en las que muestra su fe en la bondad del ser humano, en su capacidad de lucha y de virtud, a través de unas historias universales de una cautivadora inocencia, en las antípodas del cinismo.
En el libro, él mismo sintetiza así la fórmula mágica de su inconformismo: «Que otros hagan películas sobre los grandes movimientos de la historia; yo haré películas sobre el tipo que barre. Y ese tipo es un montón de impulsos contradictorios, y sus genes le empujan a sobrevivir, a devorar a su prójimo, mientras que su razón, su voluntad y su alma le empujan a querer a su prójimo. Yo me siento capaz de comprender su problema».
Vale la pena indagar en estos sugestivos planteamientos, ampliamente desarrollados en el libro, también por que, desde la muerte de Capra, parece que su estilo no ha hecho más que revitalizarse. Desde luego, sería un buen camino para que la comedia volviera a tener aquel fascinante encanto de su época dorada. Una época en la que Frank Capra, un entusiasta caballero sin espada, cautivaba al público con sus héroes honestos y luchadores, sus malvados finalmente redimidos y sus entrañables ángeles de segunda categoría, con los que seguro que disfrutará en el Más Allá.
Por todo esto, suscribo lo que señaló John Cassavettes: «La única cosa mejor que leer el libro de Capra es ver todas sus películas».
Jerónimo José Martín