Ahora que se cumplen 25 de la caída del comunismo en Europa, urge recordar la trayectoria política e intelectual de Václav Havel (1936-2011), quien pasó de las cárceles checas a la presidencia de su país, protagonizando la que se dio en llamar la “Revolución de Terciopelo” de 1989. Havel forma parte de la historia contemporánea de Europa por su oposición al comunismo y su impulso a la democracia en Checoslovaquia. Pero también será recordado como dramaturgo y autor de este pequeño ensayo, “El poder de los sin poder”, que constituye ya un texto clásico de la literatura político-moral.
En sus páginas, escritas en 1978, cuando resultaba imposible atisbar la caída del Telón de acero, se pregunta por qué el sistema comunista soviético puede mantenerse durante décadas asfixiando la libertad de cientos de millones de ciudadanos en tantos países de Europa. Es así -responde- porque, a diferencia de las dictaduras clásicas, el “sistema postotalitario” (como él lo llama) no se basa principalmente en la represión de quienes ostentan el poder sobre los dominados, sino en conseguir que cada ser humano se convierta en víctima y soporte del sistema. El individuo adquiere esa condición dual cuando renuncia a vivir en la verdad acerca de su existencia y se resigna, por el contrario, a vivir en la mentira de la ideología.
Havel sostiene que las democracias parlamentarias tradicionales sufren de un mal semejante, porque tampoco se basan en el sentido de la responsabilidad personal, sino en el reconocimiento de unos derechos y libertades que, por sí solos, no son suficientes para que el hombre supere “la angustia de la preocupación por su supervivencia, para convertirse en un miembro orgulloso y responsable de la “polis” que participa realmente en la creación de su destino”.
En la medida en que cada ser humano recupera la conciencia de su propia responsabilidad en los ámbitos de la vida ordinaria, sigue razonando Havel, se convierte en un eficaz agente de la revolución existencial que puede acabar liquidando el postotalitarismo. Por eso, los ciudadanos anónimos –los sin poder– tienen un auténtico poder en la reconstrucción moral de la sociedad, que tienen el deber de ejercer.
La propuesta es igualmente válida para superar el modelo de las democracias occidentales que, para Havel, resultan profundamente insuficientes. La descripción que entonces hacía de sus principales agentes mantiene intacta su validez hoy en día: “Pero todo ese complejo estático de los partidos políticos de masas, esclerotizados, llenos de verborrea y cuya finalidad política acaba en ellos mismos, que dominan con su aparato de profesionales y vacían a los ciudadanos de cualquier responsabilidad concreta y personal; todas las complejas estructuras de focos monopolizados e imperialistas de acumulación de capital; todo el omnipresente diktat del consumo, de la producción, de la publicidad, del comercio, de la cultura consumista y de todo ese diluvio de información, todo eso -tantas veces analizado y descrito- difícilmente puede ser considerado como la vía futura que llevará al individuo a reencontrarse a sí mismo”.
Con ocasión del fallecimiento de Václav Havel hace casi tres años, Timothy Garton Ash se lamentaba de que una figura tan relevante en la construcción de la Europa contemporánea desapareciera justo cuando más necesaria resultaba: “Viendo lo mal que anda el proyecto (europeo) actualmente, solo puedo gritar: “¡Havel! No deberías marcharte en este momento: Europa te necesita”. Ciertamente su persona ya no nos acompaña, pero su testimonio personal y sus propuestas de entonces nos pueden servir ahora para encontrar una salida a la crisis y relanzar el proyecto europeo.