Ariel. Barcelona (2003). 193 págs. 12 €.
En este ensayo pretende el filósofo Fernando Savater dar una explicación cabal de qué es la libertad. En la primera parte -«Antropología de la libertad»- se encuentra el intento de fundamentación filosófica de la capacidad de elegir; la segunda -«Elecciones recomendadas»- es una aplicación del arte de elegir a campos tan diversos como la verdad, el placer, la política, la educación cívica, la humanidad o lo contingente.
Para enfrentarse a la tarea de fundamentación emprende un camino de sobra conocido: la antropología de Gehlen y el descubrimiento siempre asombroso de los rasgos plásticos del ser humano. Vivientes por determinar, casi se nos podría calificar como de fracasos biológicos. Ahora bien, ¿esa descripción de un hecho -nuestra prolongada infancia, la potencialidad de nuestras manos o de nuestro encéfalo, etc.- es suficiente fundamentación? El autor nos dice lo que nos pasa, pero no llega a dar una respuesta de por qué nos pasa lo que nos pasa. ¿Puede tener que ver esta falta con su decisión, absolutamente arbitraria -ideológica-, de eliminar el papel de Dios o de lo divino como posible causa del ser y del modo de ser del hombre?
Llama la atención que un pensador que presenta «el núcleo esencial de todo lo que he escrito», al tratar sobre los temas últimos se limite a eliminar la posibilidad de lo religioso con argumentos ad hominem dirigidos contra los «rapsodas del absolutismo metafísico», sin tratar de llegar más lejos en el intento de justificar su crítica y -en el fondo- su postura. ¿Se puede eliminar la tradición del pensamiento occidental de un plumazo?
Los capítulos se suceden con un tratamiento bastante clásico de la inquietud como motor de la acción humana (aunque una referencia a san Agustín, eliminando la posibilidad de Dios, ¿en qué queda?); con una interesante explicación de la intención y la limitada explicación del bien y el mal con minúscula, porque no pueden existir absolutos morales -extraña postura en un defensor público de las libertades y los derechos humanos como es Savater-, y en la que confunde la imposibilidad del Mal absoluto (que ya se sabe que no puede existir) con la posibilidad de la existencia del Bien absoluto, demostrando la debilidad de sus conocimientos de metafísica; sigue adelante con interesantes reflexiones sobre la debilidad, la culpa o el carácter simbólico y cultural -no solamente biológico- de la acción humana.
La prosa es brillante, pero el contenido decepciona. Parece que Savater se esfuerza por nadar entre dos aguas, la de la defensa de la libertad (lo cual siempre es plausible), sin que eso le cueste la necesidad de afirmar un fundamento que esté más allá de las realizaciones humanas, y les dé razón de ser. Por eso me parece que no se trata de una obra valiente (en este sentido, a pesar de su título, no tiene el valor de pensar), porque en ella la reflexión seria, la fundamentación, se deja de lado.
Javier Aranguren