Alianza. Madrid (1999). 295 págs. 2.600 ptas. Traducción: Daniel Manzanares.
«M ientras el mundo avanza rápidamente hacia su cita desconocida, el viejo hábito de leer sosegadamente un libro serio se convierte en un ejercicio elegíaco». Estas palabras enmarcan el contenido de este libro apocalíptico pero interesante, que analiza qué papel ocupará la lectura en un mundo dominado por los mensajes electrónicos. Birkerts, profesor y prestigioso crítico literario norteamericano, no se enfrenta al tema como un observador neutral; su implicación es, confiesa, «demasiado profunda y parcial como para permitirme el distanciamiento».
El libro está formado por varios ensayos de diferente factura que, con variaciones, desarrollan la misma idea: las ventajas que para el ser humano aporta la lectura, insustituibles y únicas, están en peligro, pues los avances de la era electrónica amenazan «la subjetividad diferente, la reflexión, la capacidad verbal, la pasión intelectual». Y eso altera de manera sustancial el mundo «de nuestros mitos y referencias y suposiciones comunes». Como ejemplo de las repercusiones negativas en relación con la lectura, alude a la educación que recibe la juventud norteamericana, empapada de música, cine, televisión y vídeos, lo que les imposibilita para la concentración y la profundidad.
Esa incapacidad les lleva a preferir el argumento lineal y dinámico (aquí estaría una de las claves del éxito de los best-sellers) y a rechazar aquellos libros que utilicen un estilo cargado de sugerencias y alusiones. La lógica consecuencia es que cada vez existen menos lectores de cosas serias porque «hemos entrado en el mundo de Disney», imagen con la que representa la etapa de infantilismo intelectual que atraviesa de manera muy especial la cultura norteamericana.
Uno de los capítulos más interesantes, «Paginando el yo: la intimidad de la lectura», se detiene a glosar la crisis lectora que se da en la adolescencia. Este panorama está influyendo en el perfil tan limitado de los productos que ofrece el mercado cultural a dichos consumidores y, más allá, hasta en el propio papel del escritor en la sociedad contemporánea.
Si bien la cultura electrónica está aportando valores positivos que no conviene olvidar (entre otros, por ejemplo, la capacidad para asimilar lo simultáneo, la tolerancia ante la facilidad de acceso a todo tipo de fuentes de información y la flexibilidad cultural), existen una serie de desventajas que Birkerts subraya de manera especial. Algunas de estas pérdidas son, por ejemplo, «un sentido fragmentado del tiempo», «reducción de la atención y una impaciencia generalizada ante toda búsqueda sostenida», «un quebranto de la fe en las instituciones y en las narraciones explicativas que antes conformaban la experiencia subjetiva», «un divorcio del pasado y de una percepción vital de la histora concebida como un proceso acumulativo y orgánico», «el alejamiento del lugar geográfico y la comunidad» y, por último, «la ausencia de cualquier modelo arraigado sobre el futuro personal o colectivo».
La aparición de esta obra, en el final de siglo, coincide con otros muchos títulos que cuestionan el futuro del libro. Aunque no parece que estas predicciones catastrofistas vayan a cumplirse, conviene no olvidar algunas de sus inteligentes advertencias: «Mi gran temor es que, como cultura y como especie, nos estamos convirtiendo en seres superficiales; que hemos huido de la profundidad -de la premisa judeocristiana del misterio insondable- y que nos estamos acostumbrando a la seguridad prometida de una vasta conectividad lateral. Estamos renunciando a la sabiduría»..
Adolfo Torrecilla