En febrero de 1958, a mitad de curso académico, se abrían las puertas del colegio Tajamar, en el entonces barrio marginal de Vallecas. Se empezó con la urgencia de facilitar una educación a toda una legión de chicos que, por las duras circunstancias económicas, habían renunciado a ella: más de 20.000 niños de la zona no estaban escolarizados y el barrio de Vallecas encabezaba el ranking de analfabetismo en Madrid, con una tasa cercana al 20%.
Jesús Carnicero fue uno de los primeros profesores de Tajamar, una iniciativa impulsada por miembros del Opus Dei. Impartió clases allí de 1958 a 1963. En esos años asistió a los sucesivos cambios de sede: desde una guardería prestada a un gimnasio, después a una antigua vaquería y finalmente a las instalaciones definitivas.
En las décadas de los cuarenta y cincuenta, el barrio cuadruplicó su población –gracias sobre todo al masivo éxodo rural– hasta superar holgadamente los 200.000 habitantes, muchos de los cuales se hacinaban en más de 20.000 chabolas. En este contexto, las pretensiones educativas de Tajamar suponían todo un reto. Sin embargo, los más de 15.000 estudiantes que hasta hoy han pasado por sus aulas son muestra de los logros alcanzados. Hoy Tajamar es un colegio moderno, con una tasa de éxito escolar superior a la de colegios de su entorno y cuyos alumnos van en su mayoría a la Universidad.
Entre chabolas trata de descubrir, a través de las palabras de sus protagonistas, la clave de este éxito. Los testimonios coinciden en subrayar algunas cualidades que hacían de esta institución algo más que un colegio: cercanía de los profesores, atención a las familias y una dedicación que superaba de largo lo que marcaba el horario escolar.
También coinciden en señalar la pobreza de medios durante aquellos primeros años, en que los estudiantes tenían que atravesar un barrizal para llegar al colegio. Una pobreza que constituyó un estímulo para profesores y alumnos. Jerónimo Padilla, uno de los primeros directores del centro, reflexionaba al cabo de los años: “Algo de aquel barro tendría que quedar siempre en Tajamar”.
Entre chabolas cuenta los comienzos de una historia de superación y entusiasmo, y acierta al ceder la voz a los testigos: las diferentes perspectivas aportan vivacidad y hacen que el libro resulte muy ameno.