La muerte, en mayo de 2002 (cf. servicio 79/02), sorprendió a Gould trabajando en este libro. Afortunadamente, tuvo tiempo de llevar a cabo la redacción completa; sin embargo, ya no pudo realizar la revisión final.
A diferencia de la mayoría de los libros de Gould, «Érase una vez el erizo y el zorro» no esta compuesto a partir de una serie de ensayos publicados previamente o de adaptaciones de textos para conferencias. Se trata de una obra original, cuyo tema central es la relación entre las ciencias y las humanidades. Gould opina que estas dos formas del saber humano, lejos de oponerse, se necesitan mutuamente. Son dos formas distintas de acceder a la verdad, que no entran en conflicto siempre y cuando sepan respetar sus peculiaridades (e incluso podríamos decir que sus limitaciones) metodológicas.
Gould apuesta fuerte por ese entendimiento y considera que su realización va mucho más allá de un simple beneficio intelectual. En efecto, según el científico neoyorquino, cuando se produce el citado respeto metodológico, de la armonía y la cooperación entre estas dos formas de saber ha de resultar «una receta para la paz». De este modo su postura recuerda algo al intelectualismo moral socrático que propugnaba al conocimiento como única forma de alcanzar el bien.
¿Por qué el zorro y el erizo? Gould recurre a una vieja metáfora. Estos animales representan dos estrategias distintas ante un mismo fenómeno elemental: la supervivencia. ¿Cuál de ellos representa a la ciencia y cuál a las humanidades? Gould se niega a establecer identificaciones unívocas y les atribuye papeles alternativos.
Sobre las relaciones entre ciencia y humanidades existen muchas obras, pero permítasenos recomendar una en particular: «Ciencia, fe y cultura» (Ediciones Palabra). Servirá al lector para completar algunos aspectos preteridos en la obra de Gould, de la mano de otro gran experto: Stanley L. Jaki, quien analiza esa pseudodicotomía entre ciencias y letras surgida en la cultura occidental.