Salamandra. Barcelona (2001). 635 págs. 2.500 ptas. Traducción: Adolfo Muñoz García y Nieves Martín Azofra.
Si no se puede decir que la cuarta entrega de Harry Potter es mejor que las anteriores, pues a fin de cuentas no existiría sin ellas, sí se puede afirmar que será la mejor para quien haya leído los tres primeros libros (ver servicios 141/99 y 64/00). Rowling demuestra una vez más su gran sentido del ritmo narrativo y su portentosa imaginación para multiplicar los golpes de ingenio en los pequeños detalles. Repite la misma estructura cronológica y el esquema de novela colegial, presenta incidentes semejantes con personajes ya conocidos y, como ya es costumbre, añade un nuevo y extravagante profesor.
En esta nueva entrega Harry es invitado por los Weasley a ver con ellos la final del campeonato mundial de «quidditch». Terminados los múltiples incidentes del espectáculo, los chicos vuelven a Hogwarts a comenzar el nuevo curso. Allí se les anuncia que llegarán delegaciones de otras dos escuelas de magia europeas, para participar en el Torneo de los Tres Magos. Un mágico cáliz de fuego seleccionará un representante de cada una de las escuelas para enfrentarse a tres difíciles pruebas.
Ciertamente, tener éxito después de tener éxito es más fácil que tener éxito la primera vez, pero hay que decir en honor de Rowling que ha subido su apuesta: ha batido todas las marcas de longitud de una novela supuestamente infantil; multiplica las subtramas que añaden interés y potencian la intriga central; enriquece con numerosos toques visuales desde los escenarios hasta los vestidos y rasgos de los personajes (colores de las camas, montura de las gafas…); lanza dardos críticos hacia las actitudes intolerantes con el mestizaje y a la vez ironiza suavemente cuando muestra la naciente conciencia social de Hermione…; y también, prepara un intenso final que descubre más cosas del pasado y abre posibilidades distintas para el futuro.
Pero decir que los relatos de Harry Potter publicados hasta la fecha son excelentes no es promover la pottermanía: la histeria está en las personas, no en los libros.
Luis Daniel González