Plaza & Janés. Barcelona (1996). 457 págs. 2.600 ptas.
Jason Croward es el director de la orquesta del Titanic, el famoso buque que se hundió el 12 de abril de 1910 frente a las costas de Terranova. Comparte un camarote, detrás del almacén de patatas, con seis músicos. Todos tienen algo en común: un pasado del que prefieren no hablar, tiempos duros y oscuros, ambiciones y sueños que acabarán en el fondo del mar. Son personas solitarias que están inmersas en una constante y desesperada huida; el destino los junta a bordo del gran buque. Tocando la última de sus piezas encuentran el final del viaje.
Los músicos que se retratan tienen rasgos entrañables. Perdedores, soñadores, quijotes y, sobre todo, buenas personas que aman la música por encima de cualquier cosa, porque es lo único que les queda. Pero cuando acaban su trabajo, tumbados en sus literas, rodeados de agua, tan lejos de un hogar que no es el suyo, la memoria se pone a trabajar y vuelven implacables recuerdos que se creían superados.
Himno al final del viaje se publicó hace cinco años en Noruega y tuvo un sorprendente éxito en los países escandinavos, en Alemania, Holanda y Checoslovaquia. Su autor, el noruego Erik Fosnes Hansen, la escribió con sólo 25 años pero con estilo sobrio, maduro y culto. A la novela le falta una mínima intriga, pues todo lo que sucede en el argumento central, el viaje, es bastante presumible. Sin embargo, y a pesar del abultado número de páginas, la recreación de las historias personales de los músicos, algunas con dosis de crudeza, proporcionan abundante material narrativo.
José Félix Tamayo