EIUNSA. Madrid (2003). 658 págs. 36 €. Traducción: Santiago Martín y Wim DHulster.
El belga Emmanuel Waegemans (1951) es catedrático de Literatura rusa en la Universidad Católica de Lovaina y en la Escuela Universitaria Lessius de Amberes. Esta Historia de la literatura rusa está considerada una importante obra de referencia en Holanda y Bélgica. El punto de partida es el periodo moderno, hacia 1700, en pleno reinado de Pedro el Grande (1689-1725). El estudio finaliza en 1998, por lo que también le da tiempo a analizar la tormenta literaria que se originó después de la desintegración de la Unión Soviética.
Waegemans sitúa a los autores en su contexto histórico, social, político y literario, aportando de manera sintética las claves para conocer mejor los movimientos y etapas literarias que analiza. La primera parte, la dedicada al periodo de Pedro el Grande, está centrada en la labor de un grupo de escritores quizás menos conocidos, pero que son claves para entender la posterior evolución de la literatura rusa y la magnífica explosión de buenos autores que se produce antes y después del periodo romántico (Púshkin, Lérmontov, Gógol). Uno de los capítulos más extensos está dedicado a los grandes narradores del realismo, Tolstói y Dostoievski, de los que ofrece una pormenorizada valoración de sus trayectorias literarias.
También se estudian otros autores importantes, como Chéjov y Turguéniev, y algunos no tan conocidos pero que merece la pena redescubrir, como Leskov y Goncharov. Resulta clarificador el análisis que hace de la literatura inmediatamente anterior a la revolución rusa, en especial los autores enmarcados en el movimiento futurista y en el grupo poético del acmeísmo, donde brillan con luz propia Achmátova y Mandelstam.
El oscuro periodo que transcurre entre 1917 y 1998 está muy bien documentado y estructurado. Tras unos primeros años de desconcierto y guerra civil viene una etapa, el periodo de apertura de la NEP (1921-1928), que aportó aire fresco a una literatura cada vez más controlada por las consignas del Partido Comunista. Son los años de los escritores satíricos Ilf y Petrov y del excelente Bulgákov. Pero la llegada de Stalin al poder puso fin a esta tímida apertura. Desde 1928 hasta 1953, es la época del terror, también en la literatura. Algunos intelectuales europeos actuales que en su momento apoyaron la causa de la literatura comprometida, tomando como modelo lo que estaba sucediendo en la Unión Soviética, deberían leer estas páginas para hacer un crudo examen de conciencia, y conocer de cerca el desprecio por el ser humano y la creación artística en un país donde la literatura se convirtió en burdo instrumento de propaganda internacional. Tras la muerte de Stalin parecía que algunas cosas iban a cambiar, pero, de manera quizás más sibilina, siguieron empleándose los mismos métodos de control, censura y persecución.
El autor dedica otros capítulos a los escritores emigrados y a los premios Nobel, con interesantes reflexiones sobre las estrategias de manipulación que empleó el poder soviético para desprestigiar a Pasternak, Shólojov, Solzhenitsin y Brodski. Los dos últimos capítulos están dedicados a la literatura de los samizdat y tamizdat y al periodo de la perestroika y del fin de la era soviética. Libro no sólo de consulta -también es un sugerente ensayo literario- que contiene una actualizada información y un valioso juicio sobre los escritores más sobresalientes de la moderna literatura rusa.
Adolfo Torrecilla