Tras el éxito de El Código da Vinci, cada nueva novela del norteamericano Dan Brown se convierte en la apoteosis del marketing. Solamente en España, la primera edición sale a la calle con un millón de ejemplares, y no se han regateado esfuerzos promocionales que incluyen la visita a España del autor en una espectacular campaña.
Dan Brown es un maestro en la construcción de best sellers. Sus novelas son de mucha acción, entretenidas, deliberadamente polémicas, políticamente correctas, fáciles de seguir, que incluyen además un protagonista original y unos argumentos que plantean cuestiones apocalípticas. Los lectores de sus libros buscan entretenimiento aunque, por los conocimientos “académicos” sobre algunas cuestiones que aparecen desperdigados a lo largo del texto, pueden acabar pensando que por el mismo precio se les han desvelado secretos ocultos y fundamentales para el futuro de la humanidad. El catedrático David Viñas analizó bien estos ingredientes en su estudio El enigma best-seller.
Las novelas de Dan Brown tienen escasos vuelos estilísticos, mediocres recursos literarios y muchos elementos prefabricados
Inferno es la cuarta novela en la que Dan Brown (1964) utiliza como protagonista a Robert Langdon, catedrático de iconología y simbología religiosa en la Universidad de Harvard. En estas novelas, algunos de los hilos conductores han sido los conocimientos enciclopédicos de su protagonista y el sistemático (y reiterado, visto el éxito de ventas) ataque a la Iglesia católica. Gracias a estos ingredientes, ha logrado que a la hora de criticar sus novelas se hable más de otras cosas que de literatura.
Y es que la crítica literaria no ha recibido calurosamente a Dan Brown, por muchos millones de ejemplares que haya vendido. Como otros muchos libros de éxito, los suyos tienen escasos vuelos estilísticos, mediocres recursos literarios y muchos elementos prefabricados y programados. Son novelas diseñadas para que gusten al mayor número posible de lectores y no cuestionen los valores políticamente correctos más predominantes a escala mundial.
Dante y el apocalipsis de la población
En Inferno, Robert Langdon se ve envuelto en una peligrosa aventura en la que un famoso bioquímico ha diseñado un plan que puede poner en peligro a la humanidad. Bertrand Zobrist, multimillonario suizo e investigador de éxito, es uno de los principales defensores de la Ecuación del Apocalipsis de la Población, teoría que habla del colapso al que está abocado el mundo si no detiene drásticamente su crecimiento. Las teorías malthusianas de Zobrist han dado pie a la creación del “movimiento transhumanista”. Harto de sus advertencias, por las que le han tildado de visionario y loco, Zobrist diseña un alambicado plan para propagar una plaga que ponga coto al crecimiento desmesurado de la población.
A la hora del desenlace, la intriga se disuelve como un azucarillo con soluciones de chiste, precipitadas, con algún as en la manga
Todo lo ha preparado apoyándose en ideas y personajes que aparecen en La Divina Comedia, de Dante Alighieri, obra y autor que se convierten en uno de los principales ingredientes de esta novela. Zobrist ha desplegado una serie de trampas eruditas basadas en la lectura de “Infierno”, uno de los tres bloques en los que se divide la obra de Dante. Solo Langdon, acompañado en esta ocasión de la joven doctora Sienna Brooks, es capaz de aceptar el reto y de resolver los numerosos enigmas que van apareciendo, pues el profesor es también un conocido experto en la obra del escritor florentino. Langdon es contratado por Elizabeth Sinskey, directora de la Organización Mundial de la Salud, quien pone a su disposición todo el apoyo logístico y militar.
Como en las anteriores novelas, hay momentos muy conseguidos, sobre todo aquellos en los que Langdon despliega sus múltiples conocimientos iconográficos, históricos, literarios y artísticos para solucionar los complejos acertijos a los que está siendo sometido para evitar una catástrofe sideral, aunque a veces comete significativos errores interpretativos. En este proceso, tienen también un importante papel los secretos que guardan algunos monumentos históricos de Florencia, Venecia y Estambul, que Dan Brown incorpora con habilidad a la trama, a menudo forzando las cosas.
La moraleja de la novela destaca la importancia del control de la natalidad para evitar así los peligrosos efectos de la superpoblación
Calculada moralina
A la hora de escribir sus novelas, Brown sabe que van a publicarse a la vez en todo el mundo. Por ello aborda cuestiones muy generales y controla al máximo sus mensajes para ofender solo a los que puedan dar propaganda y rentabilidad a su novela. En esta ocasión, además de las puntuales y simplonas críticas a la Iglesia católica, algo habitual en sus novelas, destaca la negativa imagen que proporciona de Filipinas, presentando a Manila como la capital de la miseria, la corrupción moral y la prostitución infantil. Sin embargo, nada negativo se dice de otros lugares, como Italia y Turquía, evitando así posibles efectos colaterales.
Los thrillers de Dan Brown, además, no se quedan sin más en la acción, por muy esperpéntica que pueda llegar a ser. En sus novelas aparecen siempre “grandes ideas” que justifican la trama y la aparición de las todopoderosas fuerzas ocultas. No es lo más importante de Inferno, pero Dan Brown no pierde ocasión para introducir mucha moraleja: en esta novela, destaca la importancia del control de la natalidad para mejorar la salud mundial y evitar así los peligrosos efectos de la superpoblación.
Alaba la campaña de Melinda y Billy Gates para proporcionar anticonceptivos gratis a millones de personas desfavorecidas y defiende el trabajo que realiza la Organización Mundial de la Salud también en esta dirección, posición que lleva al ataque directo a la Iglesia católica, que desde posiciones oscurantistas se opone con sus misioneros y con las inversiones del Vaticano a esta labor filantrópica y humanitaria.
Lo malo de estos best sellers globales es que la receta debe servir igualmente para países como Italia, donde ya hay más muertes que nacimientos, que para Filipinas, con una tasa de fecundidad de 3,1 hijos por mujer.
Solo efectos especiales
Lo complicado de las novelas de Dan Brown es encajar todos estos ingredientes –Dante, la OMS y una pandemia– en una trama verosímil y en unos personajes que se salgan del tópico y del estereotipo. En esta ocasión, la novela hace agua en su planteamiento, en su estructura y en las soluciones a algunos enigmas del argumento, pues uno tiene la sensación de que Brown ha estado entreteniendo a los lectores con elaborados efectos especiales sin saber muy bien a dónde van a llevar.
De hecho, a la hora del desenlace, cuando salen a relucir todas las verdades que esconden los personajes protagonistas, el misterio se acopla a la fuerza, sin que lo sucedido tenga mucho sentido. La intriga se deshace como un azucarillo con soluciones de chiste, precipitadas, mediocres, con algún as en la manga y con la proliferación de innecesarias y espectaculares escenas que ya han sido pensadas para su más que previsible adaptación cinematográfica.
Si Dante hubiera conocido el fenómeno de los autores de best sellers apocalípticos, seguro que hubiera imaginado en su infierno un lugar especial para Dan Brown y compañía, obligados a leer sin descanso sus propias obras.