Destino. Barcelona (2004). 886 págs. 30 €.
Este nuevo libro sobre el dictador cubano viene a sumarse a los muchos que han investigado la figura del gobernante contemporáneo que más tiempo lleva en el poder. Su autor es un escritor cubano exiliado desde hace algo más de 10 años, que estuvo muy ligado a la cúpula del poder político y cultural en la Cuba revolucionaria desde los primeros años, y abandonó la isla después de la ejecución de Ochoa y De la Guardia, ayudado por García Márquez. Para algunos, es espía de la CIA. Para otros, un topo de Castro en los Estados Unidos. Así de polémico y versátil.
Hay en esta obra dos planteamientos originales. Por un lado, la abundancia de datos hasta ahora desconocidos de los 33 primeros años de la vida de Castro. Por otro, el hecho de que se trata de la simulación de una autobiografía, por lo que el Comandante habla en primera persona, y nos cuenta no sólo los hechos y vicisitudes que han definido su peripecia personal hasta el triunfo de la revolución cubana en enero de 1959, sino que manifiesta en muchas ocasiones su propio criterio acerca de los temas más variados: el comunismo, la religión, las relaciones afectivas, el valor de la política, la capacidad de liderazgo, el mundo del deporte, la vida en la zona del Caribe, la disposición geográfica de su isla y la relevancia de la agricultura, el valor de la vida humana y la necesidad maquiavélica de que haya hombres que mueran para que el líder pueda conseguir sus propósitos, etc.
Norberto Fuentes bucea asimismo en las hipotéticas opiniones que Castro tiene de los que le han rodeado en los 33 primeros años de su vida: sus padres, los jesuitas del colegio donde estudió, las primeras mujeres con quien tuvo relaciones, sus amigos de la infancia, los colegas de la universidad, los adversarios políticos y, sobre todo, las piezas clave de los años cincuenta. Bastante objetivo con Batista, muy duro en ocasiones con el Che, a quien achaca numerosas debilidades y desmitifica su capacidad de seducción revolucionaria y su idealismo, no duda en insultar, descalificar y mirar por encima del hombro a personas que tuvieron un protagonismo indiscutible en el proceso revolucionario. Las figuras que sobresalen de un modo especial son, en primer lugar, su hermano Raúl. Si bien en las primeras páginas es sutilmente ridiculizado, en la parte final destaca como uno de los revolucionarios más decisivos en la consecución de la victoria. En segundo lugar, cobra una creciente importancia Celia Sánchez, heroína de la Sierra Maestra y amante de Fidel, a pesar de su manifiesta fealdad y sus ademanes masculinos. En líneas generales, toda la descripción de los personajes y los hechos históricos que ocurren entre 1926 y 1959 están expuestos desde el punto de vista de un hombre que ya lleva -en los años 90- cerca de cuarenta años en el poder y está convencido de que todo lo que ha ocurrido en su vida presagiaba casi natural y necesariamente el resultado que todos conocemos. Una especie de mesianismo que Fidel no tiene pudor en corroborar en cada una de las páginas de su supuesta autobiografía.
El texto es la primera parte de otro volumen que Fidel-Norberto anuncia para más adelante, el cual recorrerá los hitos principales de la historia de Cuba bajo el mismo lema que ha esculpido también, con letras de oro, en el primer volumen de su autobiografía: «La Revolución soy yo».
Ángel Esteban