La Economía de Comunión (EdC), en la que se enmarca el presente libro, lleva varias décadas divulgando una nueva visión del funcionamiento de la economía y recibiendo reconocimientos. Entre ellos cabe destacar la referencia expresa de Benedicto XVI a iniciativas vinculadas a ella en Caritas in veritate (n. 46). Fundada por Chiara Lubich, iniciadora del Movimiento de los Focolares, la EdC aglutina a empresarios, directivos, investigadores y ciudadanos en general comprometidos con la propuesta y promoción de una cultura económica y un estilo de vida diferentes a los asociados con el capitalismo. Mientras que en este prima la dimensión productiva y consumidora de las personas, esta propuesta económica se asienta sobre la comunión entre personas, la gratuidad y la reciprocidad.
Bruni, uno de los estudiosos y divulgadores más destacados de la EdC, aborda con La destrucción creadora los problemas organizativos que pueden poner en peligro el funcionamiento y la continuidad de las denominadas “organizaciones motivadas por ideales” (OMI). Estas nacen del carisma de alguna persona que decide promoverlas y hacerlas realidad. Si bien el término carisma tiene connotaciones religiosas y espirituales, en este contexto se refiere a una manera diferente de entender e impulsar una iniciativa en la sociedad civil. Surge de una motivación orientada a un ideal, a una razón de ser, que va más allá de la propia institución, al perseguir fines que la trascienden.
Apoyándose en el funcionamiento y en las dinámicas que se dan en cualquier organización empresarial, y de manera particular en el concepto schumpeteriano de la “destrucción creadora”, Bruni destaca tres retos o desafíos a los que organizaciones de este tipo deben responder de manera particular: capacidad para crear estructuras organizativas sólidas, ligeras y eficientes; hacer frente a su propia vulnerabilidad conjugando el tipo de relaciones y virtudes sobre las que se asientan: fraternidad, diversidad, libertad, lealtad y humildad; y poder dar continuidad, a la vez que actualizar el impulso e ideal propuesto por quienes la ponen en marcha, para lo que es indispensable que, en el momento oportuno, estos sepan ceder el testigo.
Con escasos matices, puede decirse que a estos peligros se debe enfrentar cualquier empresa, independientemente de la actividad que desarrolle y de los fines que persiga. Precisamente porque puede haber un “aprendizaje” mutuo entre diversas propuestas, podría resultar oportuno e interesante para la consecución de sus objetivos específicos, considerar para estudiar las OMI literatura y modelos de gobierno diferentes, como la dirección por misiones, que ofrece un planteamiento más completo y profundo sobre las motivaciones de las personas, en el que tienen un papel relevante las llamadas contributivas o trascendentes.