La educación política en la Antigüedad clásica

BAC y UNED.

Madrid (2012).

529 págs.

33,65 €.

TÍTULO ORIGINALEl enfoque sapiencial de Plutarco

Puede observarse que en la mayoría de los medios de opinión se está confundiendo la verdadera concepción de qué es lo público y qué es lo privado, y de cómo deben relacionarse adecuadamente.

Se entiende lo público como todo lo relacionado con el Estado. Y lo privado, con el Mercado. El Estado es sospechoso de ser mal administrado, y cuando lo es por interés “privado” se habla de corrupción. Los actores del Mercado siempre son sospechosos de actuar solamente por interés propio, sin tener en cuenta al bien común.

En este ambiente de sospecha, corrupción comprobada, y generalización –también por ello- del relativismo, del escepticismo, e incluso del cinismo, se clama por el fortalecimiento de la sociedad civil. También para poder salvar el sistema democrático occidental, con tantas grietas en todas partes.

¿Medios? Quizás los más lúcidos dirían que “la sociedad civil es la base de la educación, pero la educación es la base de la sociedad civil”. Por tanto, recaemos una vez más en la necesidad perentoria de generalizar una educación fuerte y de calidad, que logre llegar a una masa crítica social suficiente para que pueda revertir en la mejora general de esa misma sociedad. Y así, también salvaguardar y fortalecer unas instituciones democráticas.

La lección de la Antigüedad clásica
Se acepta generalmente que hay que educar en las virtudes cívicas que llevan a una convivencia pacífica y ordenada; en el respeto a las demás personas y a los bienes ajenos; en el cuidado de los objetos y espacios públicos; así como en el conocimiento de los deberes sociales y políticos y en sus instituciones y problemas fundamentales. Todo ello es solo una parte de la llamada educación cívica. Pero una buena formación política implica también ser educado para gobernar y para ser gobernado. Si vamos a la raíz de tantos incendios sociales como estamos contemplando, siempre nos encontraremos con la inexistencia o insuficiencia de educación social y política.

Los filósofos clásicos dedicaron una parte muy considerable de su esfuerzo de pensamiento y de producción escrita a este asunto. Lo hicieron de modo magistral. El paso de decenas de siglos ha confirmado el acierto y sabiduría con que realizaron este trabajo. Es un legado inagotable que merece seguir siendo bien aprovechado.

Para este urgente e importante empeño merece reseñarse un libro de Ricardo Rovira Reich de reciente edición: La educación política en la Antigüedad clásica. El enfoque sapiencial de Plutarco, editado conjuntamente por la BAC y la UNED.

En la introducción, con estilo firme, directo y convincente, hace ver que casi siempre una de las causas de las calamidades políticas y sociales ha sido el absentismo de los mejores en la vida pública. Hay que llamar a la responsabilidad de participar en la política a los más capaces, a los más virtuosos y a los mejor preparados. Ese llamado debe ser dirigido principalmente a los jóvenes. Y debe intentarse poder darles la mejor formación ética y específicamente política posible.

Luego hace un detallado recorrido por el pensamiento y los escritos de los principales filósofos políticos griegos y romanos. Va escanciando página a página valiosas ideas para progresar en la ciencia del buen gobierno. Además el autor logra contagiar al lector el interés y el afecto hacia el luminoso mundo del clasicismo greco-romano.

Releer a Plutarco
Con estos antecedentes entra en el estudio de Plutarco de Queronea, llamado por algunos el clásico de los clásicos, nacido hacia el año 45 de nuestra era y muerto en el 125. Destacó como filósofo, moralista, pedagogo, escritor, biógrafo, teólogo, gobernante y sacerdote délfico. Pero su empeño principal lo centró en la pedagogía política. Así Ricardo Rovira reseña las principales características de sus cincuenta Vidas paralelas, cada una como “casos prácticos” para enseñar a gobernar, antes de entrar en el análisis en detalle de las cuatro primeras: Teseo, Rómulo, Licurgo y Numa. Semblanzas biográficas que nos introducen de paso en interesantes conocimientos sobre el origen de Atenas y Roma y sobre su significación para todos los tiempos.

Luego, en la tercera parte de este sólido y extenso libro de 529 páginas, el autor describe las características generales del otro gran grupo de obras plutarquianas: los Moralia. Del centenar de éstas –no todas de temas éticos como sugeriría su nombre genérico- entra de lleno en todos los Moralia políticos. Es la sección de este libro más concreta y práctica para profundizar en el arte del gobierno.

Nos encontramos ante una obra de gran envergadura y de un enorme interés, científico y a la vez práctico para nuestros días. Puede constituir una base insustituible para fundamentar una historia de la filosofía del gobierno, hoy parte importante de la filosofía política. También puede servir como un “Manual para gobernantes inspirado en los clásicos”, dirigido a un público culto y de especialistas.

Con esta obra, Ricardo Rovira Reich, a mi modo de ver, pasa a ocupar un lugar entre las autoridades –hoy día tan escasas- en el campo de la educación política. Su obra supone del mismo modo una contribución muy seria a los estudios plutarquianos, hoy felizmente en crecimiento entre los estudiosos del mundo clásico. Ojalá esta obra contribuya a que Plutarco sea de nuevo mucho más estudiado por todos aquellos que son conscientes de la gran relevancia y nobleza del menester de gobierno.

Rafael Alvira es Catedrático de Filosofía de la Universidad de Navarra,
Director del Instituto Empresa y Humanismo

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