Estamos ante un libro original, escrito por cuarenta hombres y mujeres jóvenes, de 30 a 45 años, con la finalidad de celebrar el 40 aniversario de la Constitución española de 1978, que fue la consecuencia de un exitoso, aunque no exento de dificultades, proceso de transición a la democracia.
El libro, que reúne textos de diferentes estilos, era necesario en unos momentos en que España se ve sacudida por la crispación y algunos niegan la validez y legitimidad de aquel acontecimiento histórico. Contra esa pretensión, esta obra –de la que son coordinadores Juan Claudio de Ramón y Aurora Nacarino-Brabo– da voz a personas que solo han conocido una España en libertad y se sienten orgullosos de una Transición que hasta hace muy poco era considerada un modelo a seguir en todo el mundo. No es casual que el aniversario de este año, que festejan quienes aparecen en este libro, esté asociado con la integración de España en Europa, y tampoco que la mayoría de los que cuestionan la Transición sean críticos del proyecto europeo.
Cuando lo “normal” es hablar mal de España, sorprende que se hable bien sin caer en los tópicos de un nacionalismo cerrado y excluyente. Los autores de estos ensayos han vivido en la mayoría de los casos fuera de su tierra, pero eso les ha servido para valorar mejor sus orígenes y, sobre todo, para darse cuenta de que España es un país europeo, como cualquier otro, y que cuenta con uno de los legados culturales más importantes del mundo.
El título de La España de Abel está muy bien elegido. Hay en él ecos de Antonio Machado, el poeta que se rebeló contra la existencia de una determinada España, “un triste trozo de planeta / por donde cruza errante la sombra de Caín”. El cainismo perfila un país perfecto, que no existe, y pretende limar la discrepancia mediante la fuerza y las imposiciones. Frente a esa concepción, en este ensayo se reivindica la España de Abel, un país alegre y sonriente que se alimenta de la cotidianeidad y el trato con las personas, con todas sus fragilidades e imperfecciones.
Los escritores, periodistas, sociólogos, economistas, politólogos o políticos que han redactado el libro, podrán discutir sobre lo que es España, pero no consideran que el país donde nacieron esté atrasado, ni niegan su condición democrática. A muchos de ellos les interesa la Historia, pero no hasta el punto de hacer de ella una ideología empleada como arma arrojadiza. Todos se reconocen como conciudadanos y son capaces de descubrir algo que el cainismo siempre niega: que el que discrepa puede ser también buena gente.