España dejó pacíficamente de ser una dictadura y se convirtió en una tendencialmente estable monarquía parlamentaria en la segunda mitad de los años 70. Este proceso se hizo de un modo que hoy todavía sigue asombrando. Fue clave en el cambio la flexibilidad del todo el arco político para pactar renunciando a posiciones estáticas (aunque ahora la tendencia parezca ser desacreditar esta voluntad pactista). Y este consenso, a su vez, fue el reflejo de los deseos de una sociedad cuya mentalidad, expectativas y bienestar habían madurado previamente, durante el mismo franquismo. Unos cambios que, en especial, se dieron en esos años sesenta que constituyen el núcleo del libro de Feliciano Montero.
Igual que en 1931, en el año 1975 la Iglesia católica española era un actor social muy relevante. Pero tras la muerte de Franco, el catolicismo no quedó situado en el centro de las luchas políticas como tiempo atrás. Ciertamente, porque el anticlericalismo no estuvo en la agenda de una izquierda que tenía otras prioridades. Pero, también, porque en el catolicismo se dio una transición previa, a la vez que simultánea a todo el conjunto de cambios sociales de los años 60. Así pues, la Iglesia fue percibida por los constructores del nuevo espacio público como un elemento que ofrecía una colaboración auténtica.
Montero, catedrático de Historia contemporánea en la Universidad de Alcalá, ha dedicado treinta años largos de investigación al catolicismo español durante el siglo XX. Ahora ofrece una síntesis de un tema de gran relieve -la transición eclesiástica-, que se lee con gusto y que aporta al lector algunas claves útiles para comprender por qué, cómo, quiénes y cuándo en la Iglesia española cambiaron de actitud ante el franquismo, y también las razones por las que, muerto Franco, no hubo una nueva cuestión religiosa entre españoles.
A su juicio -y no le falta razón-, la metamorfosis en el mundo católico español fue tan decisiva para el país como los efectos de las reformas económicas de los planes de estabilización de 1957. Y, a su vez, esa renovación eclesial alimentó el proceso de democratización política, aunque esta hipótesis ha de apoyarse en estudios sectoriales diocesanos aún por hacer, como el propio Montero nos recuerda.
El lector podrá encontrar en este completo libro la cronología y caracterización del primer distanciamiento católico hacia el régimen, que se percibe ya a mediados de los años 50. Montero centra su atención en las organizaciones dependientes de los obispos españoles, en particular las vinculadas a la Acción Católica. De hecho, ese despegue real aunque muy minoritario quedó reducido entonces a las Hermandades Obreras de la Acción Católica.
Sostiene Montero que esta nueva actitud de parroquias y asociaciones católicas preparó la segunda oleada, que tendrá lugar a partir de los años 60: compuesta por los obispos españoles (parte de ellos, mejor dicho) y por la Santa Sede, a su vez influidos por los cambios del concilio Vaticano II. A estos asuntos se dedica la segunda parte de su libro, en la que el enfoque se desplaza desde las asociaciones especializadas de la Acción Católica a las tensiones y conflictos más significativos en la Iglesia española de 1966 a 1975, y al desenganche institucional con el régimen, de 1970 a 1975.
En definitiva, un libro esclarecedor que presenta una visión equilibrada, sintética y muy completa de unos cambios decisivos en uno de los actores principales de la vida reciente de España.