Destino. Barcelona (2001). 200 págs. 2.200 ptas. Traducción: Eloísa Álvarez.
Hace algunos años, varios jóvenes escritores de lo que se denominó generación kronen cultivaron un tipo de literatura centrada en el modo de vida de una parte de la juventud actual, urbana y muy influida por los medios de comunicación, especialmente por el cine americano. Fuera de esta tendencia, que tuvo resultados muy mediocres, otros escritores utilizaron también la adolescencia como el marco de novelas más originales y genuinas. Dos ejemplos que poco tienen en común: El secreto de las fiestas, de Francisco Casavella (ver servicio 27/98), y el italiano Enrico Brizzi y su entretenida Jack Frusciante ha dejado el grupo (ver servicio 66/97).
La portuguesa Inês Pedrosa (Coimbra, 1962) escribió La instrucción de los amantes, su primera novela, en 1992. Su trama está más cerca de las novelas kronen que de las anteriormente citadas: las pasiones amorosas y existenciales de un grupo de adolescentes de la década de los noventa. El contexto es el Portugal de hoy, con sus contradicciones morales, rupturas familiares y una juventud desinhibida sexualmente. La novedad no reside en la trama sino en el tratamiento estilístico. Inês Pedrosa aborda la adolescencia no como una etapa de aprendizaje, sino como una etapa terminal, la consagración de lo que luego será el adulto. La intensa narración de estos conflictos personales está traspasada de una dimensión dramática que acentúa la gravedad de lo narrado, convirtiendo a los personajes no en ingenuos adolescentes sino en maduros protagonistas.
Esta manera de contar las cosas contribuye a resaltar los valores literarios más que el documento sociológico y revela la capacidad de la autora para penetrar en la psicología íntima de los personajes. Sin embargo, hay tanta distancia entre el intrascendente mundo de unos adolescentes que confunden casi siempre amor con sexo, y el estilo grave y poético empleado, que el dramatismo de las peripecias vitales suena a impostura.
Si los personajes hubiesen sido más auténticos, las relaciones humanas más sinceras y las pasiones menos sensuales y cinematográficas, lo más seguro es que la novela hubiese puesto el dedo en la llaga a la hora de retratar la complejidad anímica y amorosa de la adolescencia.
Adolfo Torrecilla