Anagrama. Barcelona (2005). 174 págs. 14 €.
¿Por qué un coeficiente intelectual alto no conduce siempre a una conducta acertada? ¿Por qué la inteligencia no nos ayuda en todas las ocasiones a ser felices? «La finalidad de este libro -señala su autor- es ponernos a salvo de la estupidez y de esa manera ayudar a reducir la desdicha humana». Planteamiento atractivo que provoca, al menos, deseo de disponer de utillaje intelectual.
No es eso lo que encontraremos. Los problemas se plantean de modo insuficiente y sin claridad, y las propuestas no satisfacen. Tratar de los fracasos cognitivos y los afectivos, de los lenguajes impregnados de una afectividad errónea, del uso público de la inteligencia, etc. requiere más rigor.
Marina ha preferido simplificar al máximo y hacer un libro entretenido, y también disperso. Abundan las citas de filósofos y literatos, chascarrillos de poetas, cineastas y políticos; pero no están al servicio de la explicación, sino que la sustituyen.
El desorden es patente, se dejan cabos sueltos por todas partes, la terminología salta de una escuela de Psicología a otra, se lanzan hipótesis y teorías en una frase, y se eliminan otras de un plumazo; se aventuran terminologías recién sacadas de la manga y se rechazan otras de probada solvencia. El desconcierto aumenta a medida que se avanza, pues ni siquiera la estructura del libro es clara.
El lector no especializado quiere una explicación sencilla, pero no superficial. Divulgar es una tarea noble, difícil y necesaria. Y es preciso abordarla con seriedad, lo cual no implica aburrimiento ni pesadez, sino rigor científico.
Con lo que parecen restos de otros libros y unas cuantas ideas sugerentes, Marina ha intentado cocinar uno nuevo, pero los ingredientes requerían un trato cuidadoso y nos lo ha servido antes de encontrar el punto adecuado.
Patricia Morodo