Siglo XXI. Madrid (2004). 271 págs. 14,50 €.
Las últimas décadas han visto el nacimiento de una corriente historicista que trata de recuperar el legado andalusí y la idiosincrasia de una época considerada, sin matices, una auténtica edad de oro del pasado español. En general, la falta de rigor científico ha llevado a la idealización de al-Andalus como fenómeno histórico imitable. El mito de la exquisita convivencia entre las tres culturas (cristianos, musulmanes y judíos) constituye una imagen «políticamente correcta» para el pensamiento actual. La obsesiva exploración de hechos diferenciales ha llevado, en el caso andalusí, a subrayar la singularidad de la presencia islámica en la Península, hasta convertirla en afirmación omnipresente en folletos turísticos, programas televisivos y sesudos estudios históricos.
Serafín Fanjul, catedrático de Literatura Árabe en la Universidad Autónoma de Madrid, ya había criticado esta imagen idílica en «Al-Andalus contra España. La forja de un mito». Continúa ahora esta denuncia de tópicos con nuevos estudios agrupados en este libro.
El éxito de la novela histórica ha contribuido a la creación y difusión de una imagen de al-Andalus llena de imprecisiones y errores. Con notables excepciones, este género narrativo ha caído en el abuso de abaratar y falsear nuestro pasado, cooperando con el ejercicio de autoflagelación en que parece inmerso la sociedad española. En el capítulo dedicado a «Al-Andalus y la novela histórica», Fanjul muestra cómo la realidad histórica en raras ocasiones se corresponde con la ficción novelística. En muchos casos el literato hace verdaderas acrobacias con el pasado y vende su libro como si de una obra científica se tratara. Las citas de este tipo de novelas -con sus errores- que presenta pormenorizadamente este trabajo invitan a reflexionar y a cuestionar muchas de las ideas que el lector medio asume, casi inconscientemente, por la «novelización» de la historia («El último judío», de N. Gordon, «La judía de Toledo», de L. Feuchtwanger, «El manuscrito carmesí», de A. Gala…).
Resulta especialmente ilustrativo el estudio sobre el problema de los moriscos en España y la sistemática manía -que muestran muchos- de españolizarlos. Curiosamente son los mismos que se cuestionan o directamente niegan la realidad de España como nación. No es menos esclarecedor el estudio sobre la convivencia entre cristianos, moros y judíos, que en cada momento impusieron el dominio que les correspondió y que en todo caso se toleraron externamente. A la luz de las fuentes musulmanas y cristianas que el autor maneja con soltura y brillantez, sería más correcto hablar de yuxtaposición de culturas que de auténtica convivencia.
Al paraíso islámico perdido se contraponen sistemáticamente unos reinos cristianos bárbaros, atrasados y brutales, que parecen poseer la exclusividad de la intolerancia y a los que se niega toda capacidad creativa. La configuración de esta imagen de un al-Andalus idílico -útil para discursos, conmemoraciones y otros saraos- debe mucho al oportunismo político. Sin complejos ante la tiranía de la políticamente correcto, el autor expone los datos históricos que justifican calificar al-Andalus de quimera.
Margarita Sánchez