A diferencia de los escritores ingleses o franceses, los autores en lengua castellana han cultivado poco el género de los diarios íntimos. Sin embargo, el panorama está cambiando, y el diario ha abandonado su carácter secundario para convertirse en un género literario autónomo. Coinciden en el mercado cuatro importantes ejemplos -algunos escritos en español; otros, traducciones- de la vitalidad del género: Los cuadernos de letra pequeña, de José Jiménez Lozano; la edición íntegra, por primera vez en castellano, del Libro del desasosiego, del portugués Fernando Pessoa; La tentación del fracaso, del peruano Julio Ramón Ribeyro; y la edición por vez primera en España de los diarios del escritor rumano Mihail Sebastian, testimonio de los brutales cambios que vivió Europa entre 1935 y 1944.
Los diarios escritos por autores españoles no destacan por las fantásticas sorpresas que cuentan, ni por la presencia de sucesos más o menos escabrosos, ni por la complicada peripecia vital del autor, ni por los secretos inconfesables que salen a la luz, rasgos que durante años han caracterizado el contenido de los diarios íntimos. Al contrario, los autores más asiduos a este género (José Carlos Llop, Miguel Sánchez-Ostiz, Andrés Trapiello, José Jiménez Lozano) suelen llevar una vida sin sobresaltos, y sus diarios son el reflejo de su acusada sensibilidad y de su pasión por la cultura.
Para ninguno de estos autores los diarios son un complemento marginal del resto de su producción literaria, como ocurre, por ejemplo, con los del portugués José Saramago. Los diarios de Trapiello, Sánchez-Ostiz, Jiménez Lozano y José Carlos Llop se leen con la misma intensidad que cualquiera de sus otras obras literarias. Es lo que pasaba también con de Josep Pla, uno de los maestros del género: sus diarios, en especial El cuaderno gris, son lo más destacado de su producción literaria y en ellos encontramos la misma, o mayor, altura estética que en el resto de sus obras. Y lo mismo sucede con los del poeta portugués Fernando Pessoa.
El desasosiego triste de Pessoa
Desde que en 1982 se publicó la primera edición del Libro del desasosiego (1), de Fernando Pessoa (1888-1935), no ha dejado de crecer su prestigio y de sucederse las interpretaciones. Salvo unos pocos pasajes que se publicaron en revistas de escasa difusión, Pessoa no preparó ninguna edición definitiva de este libro inacabado e inabarcable, que continúa deparando sorpresas. Pessoa comenzó a los 20 años a escribir estas notas, apuntes, reflexiones…, de contenido muy variado, y las frecuentó durante toda su vida. Cuando murió en 1935, en un baúl se encontraron más de 25.000 fragmentos, que los estudiosos siguen analizando y ordenando. En 1998, el crítico norteamericano Richard Zenith, por encargo de la editorial Assírio & Alvim, editó de nuevo sus obras completas, incorporando en la edición del Libro del desasosiego nuevos fragmentos inéditos.
En esta edición, considerada como canónica, se basa la traducción española de Perfecto E. Cuadrado, catedrático de Literatura Portuguesa en la Universidad de las Islas Baleares y uno de los más importantes expertos en la poliédrica obra de Fernando Pessoa. Esta edición de El Acantilado es importante, ya que por primera vez se publica en castellano la versión íntegra de este libro, del que se conocían diferentes antologías. Toda la obra literaria de Pessoa, sus poesías y estos diarios íntimos, está emparentada con los escritos de Kafka; para un buen número de críticos, los dos resumen las complejidades del hombre de la Modernidad.
«En estas impresiones sin nexo, ni deseo de nexo, narro indiferentemente mi autobiografía sin acontecimientos, mi historia sin vida», escribe Pessoa en una de sus anotaciones. Sin mucho entusiasmo, con un tedio enfermizo, con un prolongado cansancio existencial, desgrana los mínimos y anodinos sucesos de su vida. «Escribo, triste, en mi cuarto tranquilo, solo como siempre yo he estado, solo como siempre estaré». Pessoa da forma poco a poco a su estética de la indiferencia, sintiéndose como desplazado del mundo. «No aspiro a nada. Me duele la vida. Me encuentro mal donde estoy y ya me encuentro mal donde pienso que puedo estar».
Todas las páginas desprenden un penetrante desasosiego: «En mi corazón hay una paz de angustia, y mi sosiego está hecho de resignación». Su desolado mundo interior aparece de manera cristalina en estas páginas, a veces un tanto reiterativas por la insistencia en unos mismos sentimientos e impresiones y porque se trata de un libro que el autor no pudo depurar. Sin embargo, Libro del desasosiego es una obra clave dentro de la literatura memorialística europea. De su lectura se desprende, sin embargo, una infinita tristeza. Y aunque hay que destacar la calidad de su prosa y la novedad de muchas de sus observaciones, resulta difícil coincidir con alguien que, deliberadamente, rechaza la capacidad de amar.
Jiménez Lozano, irónico inconformista
En los últimos meses, sobre todo después de obtener el Premio Cervantes, José Jiménez Lozano (1930) está recibiendo el reconocimiento literario que, quizás, hubiese merecido mucho antes. Así lo justifica su ya vasta obra literaria, iniciada en 1960, y que se ha desperdigado con igual calidad por diferentes géneros: novelas, poemarios, libros de relatos, ensayos, artículos, dietarios…
Su faceta de escritor de diarios la inició en 1986 con Los tres cuadernos rojos; luego siguieron Segundo abecedario (1992) y La luz de una candela (1997). Ahora publica un nuevo volumen, Los cuadernos de letra pequeña (2), que contiene sus reflexiones de los años 1993 a 1998. En todos ellos, el hilo conductor es la personalidad del autor, sus reacciones ante lo que le rodea, sus comentarios a cuestiones contemporáneas, sus lecturas. A diferencia de otros escritores de diarios, en Jiménez Lozano hay que destacar la apertura hacia lo trascendente, lo que les dota de mayor profundidad. En este último volumen, se diría que ante el panorama de alejamiento de Dios de la sociedad actual, Jiménez Lozano se ha refugiado de manera cordial en sus íntimas creencias.
El escepticismo lo reserva más bien para las cuestiones a ras de tierra. Así lo escribe en una de sus anotaciones: «Sólo soy un poco spinoziano y escéptico sobre los negocios de este mundo, y del todo con los asuntos sociales y políticos». Esta actitud la adereza con una sana ironía. Jiménez Lozano se siente como fuera de juego, pero no lo está; al contrario, es fácil coincidir con su sentido común.
En sus diarios apenas hay referencias personales directas, pues no comenta los entresijos de su faceta como escritor, ni relata anécdotas personales. Solo penetramos en los pliegues de su personalidad indirectamente, cuando comenta una lectura, una noticia, un personaje. Hay algunos temas recurrentes, como las observaciones que le sugieren sus escritores favoritos (Chateaubriand, Edith Stein, Flannery OConnor, Pascal, Kierkegaard, Dostoievski, Spinoza), a quienes Jiménez Lozano llama avisadores: escritores que han tenido especiales intuiciones sobre el destino del ser humano. Otras observaciones se refieren a la poderosa influencia de los medios de comunicación en la sociedad actual, el olvido de las humanidades como fuente de saber, la ligereza con la que se atropellan los planteamientos éticos, el lastre intelectual de lo políticamente correcto, sus inquietudes estéticas…
Con ironía y un ligero escepticismo, Jiménez Lozano vuelve a demostrar que está por encima de las modas intelectuales y de los conformismos de nuevo cuño.
Ribeyro, un peruano en París
Conocido sobre todo como uno de los cuentistas más originales de la literatura hispanoamericana, el escritor peruano Julio Ramón Ribeyro (1929-1994) fue también autor de un diario que escribió durante casi toda su vida y del que hasta ahora sólo habían aparecido en Perú tres volúmenes, los que van desde 1950 a 1978. Esta edición de La tentación del fracaso (3) reúne en un solo volumen estos tres libros publicados. Continúan inéditos los diarios que escribió desde esa fecha hasta su muerte.
Ribeyro es un escritor que tiene una alta consideración estética del género del diario íntimo. Durante toda su vida, como queda constancia en los suyos, leyó muchos diarios, aunque siempre destaca la poderosa influencia que supuso la lectura de los de Amiel. También teorizó sobre el género en su ensayo La caza sutil (1975).
Ribeyro escribió sus diarios con la misma intensidad y cuidado que el resto de su producción literaria. No hay, pues, ninguna ruptura estilista o de exigencia estética. Como él mismo escribe, «el diario se convirtió para mí en una necesidad, en una compañía y en un complemento a mi actividad estrictamente literaria. Más aún, pasó a formar parte de mi actividad literaria, tejiéndose entre mi diario y mi obra de ficción una apretada trama de reflejos y reenvíos».
Además de reflexionar continuamente sobre la redacción de su propio diario, Ribeyro medita asiduamente sobre el proceso de composición de sus relatos y su manifiesta incapacidad para la novela, anotando los momentos de inspiración y los de parálisis creativa. En este sentido, son clarificadoras sus opiniones sobre su tendencia al género del relato breve: «Porque soy un corredor de distancias cortas. Si corro el maratón me expongo a llegar al estadio cuando el público se haya ido».
Igualmente interesantes son las páginas en las que incluye observaciones agudas sobre algunos escritores (entre ellos Bryce Echenique y Vargas Llosa, con los que mantuvo una estrecha relación en París), el destino de la literatura peruana, las nuevas propuestas vanguardistas de la novela francesa, la fascinación que siente por Quevedo, sus opiniones sobre Borges y Alejo Carpentier, quiénes son sus autores favoritos…
El diario es también un testimonio de su biografía. Al igual que otros escritores sudamericanos de su generación, Ribeyro sintió la llamada de París, y allí vivió casi toda su vida, primero en trabajos ocasionales y más tarde con un puesto oficial en la UNESCO. En sus diarios aparece con frecuencia su tendencia a la vida desordenada, con constantes incursiones en el alcohol. En bastantes ocasiones se muestra muy crítico con ese desorden («Me inutilizo para la vida intelectual») y con su incapacidad para llevar una vida equilibrada.
A medida que pasan los años, y cuando consigue un mínimo de estabilidad con su matrimonio y el nacimiento de su hijo, Ribeyro empieza a manifestar desdén por todo lo que le rodea; se encierra en su casa, recibiendo de manera esporádica a sus amigos, y se dedica a su trabajo en la UNESCO y a la literatura. Las referencias a sus enfermedades son también habituales en el diario. Por lo general, Ribeyro es un escritor que tiende hacia el desánimo: «Hay algo que anda mal en mí y me hace inepto para la felicidad».
La tentación del fracaso es una excelente muestra de la calidad literaria de este escritor peruano. Su valor no es sólo testimonial, sino que se aprecia en sus páginas un forcejeo constante con el estilo.
Sebastian, judío y rumano del Danubio
Si no hubiese en la actualidad tanto interés por los libros de diarios, quizás no se hubiesen publicado los del escritor Mihail Sebastian (4), un testimonio de la vida de un intelectual rumano durante la Segunda Guerra Mundial. Mihail Sebastian, seudónimo de Iosef Hechter, escritor judío nacido en Braila en 1907 y muerto en accidente de tráfico en Bucarest en 1945, es una figura clave de la literatura rumana del periodo de entreguerras. Dramaturgo, poeta, novelista, ensayista, pertenece a la misma generación que Emil Cioran, Mircea Eliade y Eugen Ionesco.
El diario comienza en 1935. En los primeros años hay constantes referencias a la situación cultural rumana, pero también una creciente preocupación por la conflictiva situación política. Son años de un progresivo antisemitismo, tema que le afectaba directamente: «Soy rumano del Danubio, desde luego sin dejar de ser judío. Esa no es una función de la que pueda uno dimitir. Se es o no se es. No se trata de orgullo ni de vergüenza». Con el paso de los años, y al hilo de los acontecimientos políticos de su país, sufre en su carne la arbitrariedad de las medidas de discriminación contra los judíos.
Junto con la personalísima descripción del ambiente político y cultural, del que forma parte activa, Sebastian ofrece también el testimonio de su intensa tarea como escritor. En los diarios escribe sobre sus opiniones literarias, el proceso de creación de sus libros, las reflexiones sobre los personajes y la manera de solucionar los problemas de redacción que le van surgiendo. En este sentido, se comprueba la radical relación de Sebastian con la literatura, actividad que se impone al resto de sus dedicaciones profesionales: la enseñanza y la abogacía. También aparecen sus constantes preocupaciones estéticas, sus numerosas lecturas, sus intermitentes proyectos literarios, etc. Y los diarios hablan también de su mundo interior, de sus inquietudes, amistades, aficiones y el trato con mujeres y amantes. Destaca su pasión por la música clásica, a la que dedica excelentes comentarios, y la fascinación que siente por el esquí.
El desarrollo de la Segunda Guerra Mundial ocupa también un buen número de páginas. Sebastian asiste anonadado e indefenso al avance del nazismo, con la creciente ola de antisemitismo que invade toda Europa, también Rumania, donde los judíos son una reducida pero selecta minoría. En su estado de ánimo influye de manera determinante el transcurso de la guerra.
Para Joaquín Garrigós, responsable de la traducción y del prólogo, estos diarios son «una crónica firmada por un testigo de primera mano y a la vez víctima que participa del drama de la población judía de ese periodo. Es la confesión dramática de un destino enfrentado a una tragedia histórica». Aunque las referencias a la vida política y cultural rumana pueden parecer lejanas, no por eso son unos diarios que tienen poco que decir al lector contemporáneo. Al contrario, son el testimonio íntimo, vital, social y cultural de una vida y una época.
Adolfo Torrecilla____________________(1) Fernando Pessoa. Libro del desasosiego. El Acantilado. Barcelona (2003). 603 págs. 27 €. T.o.: Livro do Desassossego. Traducción: Perfecto E. Cuadrado.(2) José Jiménez Lozano. Los cuadernos de letra pequeña. Pre-Textos. Valencia (2003). 256 págs. 17 €.(3) Julio Ramón Ribeyro. La tentación del fracaso. Seix Barral. Barcelona (2002). 704 págs. 26 €.(4) Mihail Sebastian. Diario (1935-1944). Destino. Barcelona (2003). 703 págs. 26 €. T.o.: Journal (1935-1944). Traducción: Joaquín Garrigós.«Todo diario íntimo nace de un profundo sentimiento de soledad»Julio Ramón Ribeyro ve así el género del diario:
Todo diario íntimo surge de un agudo sentimiento de culpa. Parece que en él quisiéramos depositar muchas cosas que nos atormentan y cuyo peso se aligera por el solo hecho de confiarlas a un cuaderno. Es una forma de confesión apartada del rito católico, hecha para personas incrédulas. Un coloquio humillante con ese implacable director espiritual que llevan dentro de sí todos los hombres afectos a este tipo de confidencias.
Todo diario íntimo es también un prodigio de hipocresía. Habría que atender a leer entre líneas, descubrir qué hecho concreto ha dictado tal apunte o tal reflexión. Por lo general se analiza el sentimiento pero se silencia la causa (…).
Todo diario íntimo nace de un profundo sentimiento de soledad. Soledad frente al amor, la religión, la política, la sociedad. La mayor parte de los diaristas fueron solteros. Los hombres casados, activos, sociables, que desempeñen funciones públicas, difícilmente podrán llevar un diario, ocupados como están en vivir por y para los demás.
Todo diario íntimo es un síntoma de debilidad de carácter, debilidad en la que nace y a la que a su vez fortifica. El diario se convierte así en derivativo de una serie de frustraciones, que por el solo hecho de ser registradas parecen adquirir un signo positivo.
En todo diario íntimo hay un problema capital planteado que jamás se resuelve y cuya solución es precisamente lo que permite la existencia del diario. El resolverlo, trae consigo su liquidación. Un matrimonio logrado, una posición social conseguida, un proyecto que se realiza pueden suspender la ejecución del diario.
Todo diario íntimo se escribe desde la perspectiva temporal de la muerte.