Este libro se presenta como una historia de las Cruzadas contada desde el otro bando, en contraste con la visión europea que ha recibido el lector occidental. El autor no es imparcial, ni pretende serlo. Pero esa misma parcialidad constituye uno de los atractivos del libro. Si Maalouf siente vivo el conflicto, es porque las Cruzadas, que en Occidente pueden verse como un capítulo de la Edad Media ya cerrado, tuvieron en Oriente unas consecuencias que todavía perviven hoy. Y la huella es particularmente patente en la patria de Maalouf, el Líbano.
La tesis de Maalouf es que las invasiones de los cruzados incidieron en los principales problemas internos de la floreciente civilización musulmana, ocasionando que se encerrara en sí misma y se volviera atrasado y cerril un mundo que hasta entonces había sido culto, moderno y tolerante. Por el contrario, los atrasados y fanáticos cristianos aprendieron mucho durante su estancia en Oriente, y ese contagio originó el despegue que haría de Europa el centro del mundo. Maalouf achaca tan distintas reacciones de los contendientes a que el invadido se ve obligado a cerrarse a la influencia del invasor para conservar su identidad; y en cambio, para el sometedor no supone ningún peligro asimilar las virtudes del sometido.
Esta no es una ley general, pues en las colonias y provincias romanas sucedió más bien a la inversa. Análogamente, en las otras dos experiencias de conflicto-convivencia permanente entre las culturas cristiana y mahometana durante la Edad Media (Península Ibérica en los siglos VIII-XV y Sicilia del IX al XI), fueron los europeos los invadidos, lo que no les impidió asimilar muchos aspectos de la civilización árabe.
El libro no es historia para especialistas, ni una novela histórica que recree la época. Más bien, es un retorno a la narración de los acontecimientos, con el estilo y aun la literalidad de las antiguas crónicas árabes, de las que ofrece un ameno resumen. Para el lector occidental supondrá también un mayor acercamiento a la historia del Cercano Oriente.
La parcialidad del libro no mengua su interés, si se tienen en cuenta las palabras con que Sánchez Albornoz advertía al lector en el encabezamiento de otra selección de crónicas árabes: “Prevente contra la saña de los musulmanes hacia los cristianos y de los cristianos contra los musulmanes, contra el eterno abultar de las propias victorias y el perpetuo atenuar o acallar las ajenas, contra el desdén de los orientales dominadores frente a los españoles sometidos y contra el rencor de éstos hacia sus señores islamitas”.