Después de una decena de ensayos en los que ofrece una lúcida e implacable crítica de la sociedad contemporánea, Han nos sorprende ahora con una miniatura literaria que está a mitad de camino entre la reflexión filosófica, la poesía y la experiencia espiritual. En ella cuenta su transformación interior gracias al cultivo de un jardín.
Bautizado de niño como católico en Corea del Sur, Han vuelve a encontrarse con Dios gracias al contacto directo con la tierra. “De algún modo mi jardín me ha dado la fe en Dios. La existencia de Dios ya no es para mí un asunto de fe, sino una certeza, e incluso una evidencia. Dios existe, luego yo existo. Utilicé la esterilla de gomaespuma para las rodillas como mi alfombra de oraciones. Recé a Dios (…) Pensar…
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