Federico Jiménez Losantos pertenece a esa generación que flirteó con el marxismo durante los años sesenta, pero que terminó desencantándose de ese proyecto político al conocer su naturaleza represiva y lo hizo gracias, en parte, a los testimonios sobre el Gulag. No ha sido el único ensayista español en retractarse de una juventud muy escorada hacia la izquierda: a su modo, también Escohotado, Albiac o Azúa, entre otros, han apaciguado, con los años, su extremismo juvenil y han pasado de reivindicar el mensaje utópico del comunismo a defender posiciones políticas democráticas.
En Memoria del comunismo, que va por la novena edición y se encuentra en el número uno de los libros más vendidos del año, no aparece mucho el apasionado locutor de radio que dispara a diestro y siniestro, pero sí está presente la ironía y la obstinación contra lo políticamente correcto que le ha dado fama. No es, por otro lado, un libro fácil: lo escribe un estudioso exhaustivo que analiza fuentes y cita innumerables nombres propios con el fin de ofrecer al lector el espeluznante panorama de crímenes políticos y la dimensión siniestra de una ideología política que, por desgracia, sigue teniendo partidarios.
En este sentido, Memoria del comunismo es un ajuste de cuentas ideológico, una suerte de terapia política para exorcizar a quienes también en la actualidad, y a pesar del conocido saldo criminal arrojado por los herederos de Marx, se dejan embaucar por sus sueños utópicos. Según Jiménez Losantos, el comunismo habría aprovechado los resquicios provocados por el declive de la religión para propagar su credo antiliberal y su promesa de salvación.
Pero el libro quiere ser también un homenaje a las víctimas, a los más de cien millones de muertos que, según algunos cálculos, ha originado este fanatismo político y que está vigente en lugares como Cuba, Corea del Norte o China. Jiménez Losantos, que lleva cuarenta años estudiando el fenómeno y conoce los principales estudios históricos y políticos publicados, explica la continuidad entre Marx, Lenin y Stalin, por ejemplo, y desvela la inclinación totalitaria de todo régimen inspirado en el comunismo. Se suma de ese modo a quienes consideran que el proyecto soviético estuvo, desde sus orígenes, marcado por el afán de poder y las intenciones liberticidas y asesinas.
No se revisan en estas páginas todos los crímenes cometidos en nombre del ideal comunista, sino que el volumen centra su atención en Rusia, especialmente en Lenin y Stalin. Además, el locutor explica la connivencia del comunismo francés con el soviético, la implicación de Stalin en la Guerra Civil española, así como la deriva del comunismo en España o la relación entre los antisistema y Podemos. No concede el privilegio de la duda a Pablo Iglesias ni a su entorno, e interpreta las luchas intestinas del movimiento en clave soviética. En el último capítulo expone las principales tesis políticas de la Escuela Austriaca y conecta sus propuestas liberales con la Escuela de Salamanca española. Para Jiménez Losantos, como para el liberalismo clásico, la defensa de la libertad y de la propiedad están inextricablemente unidas.
Hay un aspecto del comunismo que es difícil de entender, pero que el libro termina aclarando. ¿Cómo es posible que, a pesar de la muerte y destrucción que ha conllevado, a pesar de las checas y las depuraciones, el comunismo goce entre tantos de una longeva superioridad moral? Ser comunista en el siglo XXI no es una afrenta ni resulta injurioso, mientras que otras ideologías totalitarias, como el nazismo o el fascismo, análogas en perversidad, constituyen con razón un estigma. Según Jiménez Losantos, esta circunstancia es fruto de la habilidad de los comunistas: han logrado imponer en política un mensaje moralizador que diferencia el bien -el comunismo y sus luchas– del mal –todo lo que se opone a su hegemonía–, y han extendido esta visión gracias a su inigualable poder mediático.
El famoso locutor de radio relata en estas páginas también su desengaño personal, tras un viaje a China. Pero si hay algo que atraviesa todo el libro es una honda preocupación: Jiménez Losantos atisba la vuelta de los viejos, y peligrosos, ideales marxistas en el buenismo de hoy y la transformación de la lucha de clases en guerra cultural. A su juicio, se siguen cerniendo amenazas sobre la libertad. A algunos lectores les podrán parecer exagerados sus vaticinios, pero el historial totalitario del comunismo exige cautela.
Para saber másStéphane Courtois: Leyenda y verdad de la Revolución rusa, La radicalización de Lenin José M. Faraldo: La Revolución rusa: Historia y memoria Varios Autores: El libro negro del comunismo. Crímenes, terror y represión Adolfo Torrecilla, Cien años de literatura a la sombra del gulag, 1917-2017 Josemaría Carabante: Centenario de la Revolución rusa: de febrero a octubre |