Destino. Barcelona (2006). 398 págs. 19,50 €.
Felipe Benítez (Rota, Cádiz, 1960) es un reconocido poeta, articulista y director de diferentes revistas literarias. También ha escrito unas cuantas novelas en las que emplea parecidos ingredientes narrativos: imaginación desbordante, visión esperpéntica de la vida, personajes extravagantes, ácido sentido del humor y un sobresaliente manejo del idioma. Estos rasgos están presentes, por ejemplo, en «Humo» (ver servicio 137/95), «La propiedad del paraíso», «El novio del mundo» y «El pensamiento de los monstruos».
En «Mercado de espejismos», Premio Nadal 2007, vuelve a utilizar los mismos recursos y a caer en los mismos defectos. Para Benítez, el interés de sus novelas reside en su desbordante imaginación para dar vida a una galería de personajes extravagantes con los que, de manera un tanto corrosiva, denuncia algunas cuestiones contemporáneas. En esta ocasión, parecía que su intención era parodiar ese género novelesco tan de moda que falsifica lo histórico con los ingredientes esotéricos.
La novela comienza con el encargo que recibe Jacob de robar el relicario que guarda los restos de los Reyes Magos en la catedral de Colonia. Jacob continúa el negocio de su padre, que robaba antigüedades y objetos artísticos raros de gran valor. Pone manos a la obra, pero tropieza con todo tipo de obstáculos. A la vez, entra en contacto con un buen número de personajes inverosímiles, todos ellos relacionados con las actividades delictivas de Jacob.
Pero la trama es lo de menos (de hecho, Benítez marea deliberadamente al lector con todo tipo de elucubraciones). Lo que le interesa es el retrato de esos personajes extraños, raros, con historias surrealistas que se desarrollan una y otra vez hasta ahogar el ritmo de la novela. En un momento dado, Jacob, el narrador, afirma que «mi pensamiento es de carácter traslaticio», lo que confirma su tendencia hacia las continuas y esperpénticas digresiones. Poco a poco, lo que podía ser una parodia -entretenida e inteligente- de este subgénero tan de moda, se convierte en una sucesión de historias sin pies ni cabeza que acaban por abrumar al lector. Además, Benítez convierte cualquier tema, profano o sagrado, en una excusa para la parodia.
Adolfo Torrecilla