Tras la derrota del Partido Demócrata en las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2004, el lingüista George Lakoff publicó un breve y combativo libro para ayudarles a recuperar la Casa Blanca. No pienses en un elefante se convirtió rápidamente en un best seller. En él divulgaba las conclusiones de otro libro suyo más académico, Política moral, aparecido en 1996 y puesto al día en 2002 y 2016. Con motivo de esta última edición se traduce por primera vez la obra al español.
Para Lakoff, catedrático de Ciencia Cognitiva y Lingüística en la Universidad de California en Berkeley, las posiciones políticas de los conservadores y los progresistas estadounidenses –cuyos debates no siempre son trasladables a otros países– derivan de su visión de la familia: los republicanos defienden el modelo del “Padre Estricto”; los demócratas, el del “Progenitor Atento”. Cada uno de estos modelos familiares da pie a sistemas morales y formas de discurso diferentes.
Una vez dentro del esquema interpretativo de Lakoff, todo parece lógico. Y es verdad que consigue explicar de forma bastante convincente por qué muchos republicanos que se oponen a la expansión del gobierno federal, los impuestos o las restricciones a la iniciativa empresarial, por ejemplo, suelen oponerse también a temas tan diversos como el aborto, la discriminación positiva, el control de las armas o la inmigración ilegal, al contrario que muchos demócratas.
Su fórmula para dar unidad y sentido a las distintas piezas que componen el puzle ideológico –fundamentar las visiones republicana y demócrata sobre dos modelos de familia opuestos– es tan eficaz que es posible predecir, como dice el autor, cuál va a ser la posición de cada partido ante cualquier política social.
Pero para entrar en el sistema de Lakoff y lograr que todas las piezas encajen, primero hay que aceptar la premisa de la que parte: que el conservadurismo –que es quien sale malparado en este libro– se basa en la moral del “Padre Estricto”. Dudo mucho que los conservadores se identifiquen con la jerarquía de valores que les endosa Lakoff. Y harán bien en no dejarse encasillar en ese molde. Porque, en efecto, la consecuencia lógica de esa moral imaginada por Lakoff solo puede ser “una cultura divisiva de exclusión y culpa. Apela a los peores instintos humanos y empuja al individuo a estereotipar, demonizar y castigar al otro, solo por ser el otro”.
En cambio, el autor insiste en que la piedra angular sobre la que descansa el sistema moral progresista es el principio “ayuda, no hagas daño”; y sus fortalezas son la responsabilidad social, la generosidad, el respeto por los valores de los demás, la apertura de mente, la sensibilidad estética…
Es cierto que, a lo largo del libro, Lakoff insiste en que hay distintos tipos de conservadores y progresistas: no todos piensan igual. Pero, en el fondo, las diferentes clases son variaciones –más o menos moderadas– del esquema general que presenta. De modo que el lector sigue en las mismas: para que todo cobre sentido, debe aceptar que el conservadurismo y el progresismo son lo que Lakoff dice que son.
El autor ha sido consecuente con los mismos consejos que dio a los demócratas en el libro No pienses en un elefante: en vez de responder al adversario desde su estructura mental (el elefante es el símbolo del Partido Republicano), les animaba a reenmarcar las grandes cuestiones políticas conforme a los valores demócratas. “Cambiar de marco es cambiar el modo que tiene la gente de ver el mundo”, les dijo entonces. Y eso es, creo, lo que intenta Lakoff en Política moral.